El país no puede avanzar sin justicia
En el Movimiento Independiente por Panamá (Movin), unidos por el deseo de un verdadero cambio estructural en el país, queremos dejar plasmada nuestra preocupación por el peligro que representa la desconfianza en el sistema judicial.
Hemos sido víctimas de un desfalco de proporciones no determinadas, cuyo principal responsable y muchos involucrados no han sido llamados a enfrentar la justicia o, peor aún, quizás algunos de los que se mantienen ejerciendo funciones públicas o desde el sector privado, planean la manera de participar en otro desfalco.
Hemos sido víctimas de un Estado perseguidor, al que se le acusa de utilizar fondos públicos para adquirir equipo de espionaje con el que violaron nuestro derecho a la privacidad, y sin la debida autorización por parte del Órgano Judicial. Un Estado delincuente al que se le acusa de utilizar las instituciones que deben estar al servicio del país, para atender intereses muy particulares. No podemos cerrar ese nefasto capítulo sin garantías de que habrá rendición de cuentas y sanciones ejemplares para desincentivar a los individuos u organizaciones de orquestar esos actos en el futuro. Fortalezcamos las instituciones para que nunca más sean desviadas de su labor, y se enfoquen en el logro de los mejores intereses nacionales.
No podemos avanzar como país si desconfiamos de nuestras instituciones, principalmente del Órgano Judicial, cuya misión reza: “Decidir los conflictos en forma independiente, rápida y confiable, asegurando el respeto a la ‘Constitución’ y las leyes de la República, la protección de las libertades y garantías ciudadanas, la convivencia pacífica y la defensa de los valores esenciales de la democracia”.
El nombramiento de Alberto Cigarruista, como magistrado del Tribunal de Cuentas, es un ejemplo de acciones que justifican esa desconfianza. Es un claro retroceso en cuanto a mantener la independencia de los órganos del Estado, porque él fue candidato a diputado en las recientes elecciones, y porque su condición anterior, como magistrado en la Corte Suprema de Justicia, choca con el principio de participación equitativa. Esto sin atender los cuestionamientos que trajo su designación y posterior desempeño como magistrado desde el gobierno de Mireya Moscoso.
La selección de las personas llamadas a impartir justicia debe ser ponderada y escrutada con cuidadosa responsabilidad, con el objetivo de poner a los mejores ciudadanos a cargo de una labor tan importante como esa. Además, se debería escuchar y valorar las opiniones de la ciudadanía, en general, de los miembros de la sociedad civil organizada y de los gremios.
Por otra parte, la mora judicial es alarmante, un ejemplo son los Hábeas Corpus y los procesos que esperan por fallo decisorio, pues muchos exceden los plazos razonables que dictamina la ley. Eso es inaceptable, cada caso es importante y los magistrados y jueces deben fallar en el tiempo estipulado y, sobre todo, hacerlo en estricto derecho, sin permitir presiones indebidas o intromisión de otros órganos del Estado.
Todos los funcionarios responsables de la administración de justicia deben comprender el momento político que nos toca vivir, que exige de las autoridades y de los ciudadanos un comportamiento impecable, alineado al interés de plena vigencia de los principios, valores y controles democráticos, y alejado de intereses particulares o partidarios.
Hacemos un llamado a la reflexión y esperamos que pronto se puedan ver acciones concretas para la rectificación institucional que devuelva la confianza en la justicia, y avanzar en el fortalecimiento de los órganos e instituciones que deben garantizar y favorecer la plena vigencia de la vida en democracia.
Nuestro llamado es a seguir la hoja de ruta ya trazada en los acuerdos contenidos en el Pacto de Estado por la Justicia.