Reto para la Asamblea

Ayer, luego de un proceso electoral interminable, finalmente quedó conformada la Asamblea Nacional por todos los miembros que establece la Constitución. La gran interrogante es si este Órgano del Estado entiende el significado de esta demorada composición. Las impugnaciones tramitadas revelaron, como nunca antes en nuestra historia, la podredumbre que llegó a imperar en un esquema electoralista y clientelista en el que los intereses personales se impusieron sobre los nacionales. Panamá no merece pasar por este escarnio sin que de él se puedan obtener las reflexiones y lecciones que permitan construir una mejor democracia. La Asamblea tiene una responsabilidad fundamental, que le obliga a romper con prácticas del pasado. Hoy, se hace impostergable que los diputados renuncien a sus fueros y privilegios, que se esclarezcan todas las denuncias presentadas —incluidas las surgidas a partir de las impugnaciones electorales—, que sepan jugar su rol de fiscalizadores de la cosa pública y, al mismo tiempo, que sus actuaciones en cumplimiento de sus funciones sean transparentes, siempre anteponiendo el progreso nacional. Los bonos de fin de año no sirven para hacernos esperanzas; sin embargo, la encrucijada que vive el país obliga a empinarse ante las circunstancias.

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