La Cumbre de Panamá será para reír

Esta cumbre se distinguirá porque a estas alturas nuestros países no saben dónde están, la arrogancia, la mentira y la falta de humildad formarán el conjunto que dominará las participaciones. Ustedes verán que los presidentes hablarán de lo bien que están haciendo las cosas en sus respectivos países, cuando todos sabemos que avanzamos, con respecto al primer mundo, con la velocidad de las cabalgaduras de Sancho y el Quijote. Los iberoamericanos estamos más derrotados que España, porque la mayoría de los jóvenes están estudiando carreras humanísticas como psicología y administración de negocios, como si acá todos estuviéramos locos o le debiéramos plata a alguien.

Cuando hable Maduro, panameños y panameñas se doblarán de la risa unos, y se aburrirá el resto, pues su discurso será de la época de los teléfonos de manivela; o sea, el mismo que nos ofrecieron los Codepadis cuando la izquierda latinoamericana le metió en la cabeza a Noriega, en 1989, que nosotros convertiríamos en añicos al ejercito de los Estados Unidos con las operaciones estratégicas de: Cutarra, ardilla, huevo de toro y Domitila.

Cuando hable el virrey Raúl Castro, no lo duden, ni mencionará las barbas congeladas de su hermano Fidel ni cuando competía en el paredón de La Cabaña con el Ché disparándoles a la cabeza a gente inocente. El Chino se limitará a defender —con cojones— la gran estafa de los Gobiernos totalitaristas en el mundo y que, así como Rusia le perdonó la deuda a Cuba de 29 mil millones de dólares, así mismo debiesen hacer los imperialistas Yankees con ellos.

Cuando Evo suba al escenario, después de haber visto lo que hizo Odebrecht en la Cinta Costera, no podrá articular palabra, pensando en los contenedores de hojas de coca que bien pudieron salir por el Pacífico que le tocaba a Bolivia, eso si Chile no les hubiese ganado la guerra que bautizaron los alemanes con el nombre del conflicto ‘salpeterkrieg’, porque fue por el salitre que se pelearon.

Para cuando le toque a los de Nicaragua, Ecuador, Brasil y Argentina, es decir: Bigotis Pinolero, Malcriadus locus, Petrubrasier y la Milonga sin sentimiento, yo estaré leyendo en mi hamaca de Cerro Marta y Juan Julio, donde descansa Torrijos, el último libro de Andrés Oppenheimer del título ¡Basta de historias!

Mientras a ustedes les recomiendo el informe de la OEI, Organización de Estados Iberoamericanos, en donde se aprecia que la mayoría de las universidades latinoamericanas está llena de jóvenes procurando graduarse en carreras pendejas y otras que ofrecen poca salida laboral o están totalmente divorciadas de la economía del conocimiento del siglo XXI. Por suerte la Cumbre, para morirse de la risa, será de dos días.

Dos cumbres, dos visiones

Entre el 9 y el 11 de abril próximo se realizarán en Panamá dos cumbres importantes: la de las Américas, que reunirá a gobiernos y jefes de Estado, y la de los Pueblos, a sindicatos y movimientos sociales de nuestra América. Como sus nombres indican, la primera recogerá las manifestaciones de buena voluntad de quienes gobiernan, si es que pueden ponerse de acuerdo; la segunda, las demandas sociales, económicas, de derechos humanos y democráticas de los pueblos del continente. La primera se realizará en el Centro de Convenciones Atlapa; la segunda, en el Paraninfo de la Universidad de Panamá. Dos cumbres, dos visiones distintas.

La intención de la Cumbre de los Pueblos es recibir las demandas de los sectores populares, a través de sus organizaciones sindicales, sociales, etc., y proponer soluciones. La idea surgió porque en estos encuentros los jefes de Estado acostumbran a hacer compromisos, con supuestos planes sociales y políticas “desarrollistas”, pero que a la hora de la verdad no se cumplen.

Esto cambió un poquito con los nuevos gobiernos “progresistas” de Latinoamérica, pero no mucho. Por lo general, los jefes de Estado hacen compromisos con enfoque socioeconómico neoliberal y una democracia acartonada. Los pueblos demandamos democracia participativa y programas de desarrollo social con participación popular.

La Cumbre de los Pueblos es la contraparte a la de los jefes de Estado, pues dice las cosas que muchas veces se omiten en la otra. Muchos gobiernos –tal es el caso de Panamá– no cumplen los compromisos adquiridos ante la Organización de Naciones Unidas en materia de combate a la pobreza, llamados Objetivos del Milenio. Los gobiernos se concentran en cifras macroeconómicas, bajo la creencia falsa de carácter neoliberal de que si los negocios van bien, a la sociedad le va bien. La prosperidad económica no se está expresando como disminución de las desigualdades sociales.

A la Cumbre de los Pueblos ya han confirmado y participan del comité organizador, las principales organizaciones sindicales panameñas (Conusi, CNTP, FAT, el sindicato de la Coca Cola y otras). Además, se espera que asista una numerosa delegación de pueblos originarios (especialmente ngäbe buglés, que luchan contra el proyecto hidroeléctrico Barro Blanco), organizaciones estudiantiles, sociales, ecologistas, etc.

También se contará con la participación de representaciones sindicales de todo el continente, sobre todo, de las afiliadas a la Federación Sindical Mundial; una enorme delegación del pueblo boliviano que acompañará al presidente Evo Morales; importantes representantes de Cuba, Venezuela, Centroamérica, México y Puerto Rico (que lucha por su reconocimiento como Estado independiente).

El comité organizador de la Cumbre de los Pueblos, desde el principio dejó claro que no pretende obstaculizar el desarrollo de los foros oficiales de la Cumbre de las Américas. Es más, sugerimos que las organizaciones que quisieran se inscribieran en esa, sin que eso fuera ningún impedimento para participar de nuestro encuentro. Sin embargo, sus criterios de admisión no son transparentes.

Al parecer, el Foro de la Sociedad Civil, organizado oficialmente y auspiciado por la Cancillería panameña, es instrumentalizado por la política exterior estadounidense. Una comisión misteriosa se reserva el derecho de admisión, sin que estén claros los criterios. Además, el embajador de Estados Unidos en Panamá anunció que traerán una enorme delegación de más de mil personas, algo desproporcionado. Y se comenta que esta cobijará a sectores de la oposición venezolana y cubana. Por ese motivo nos atrevemos a advertir que estamos ante una segura manipulación de los foros de la Cumbre de las Américas.

El cobro por estacionar

¿Has tratado de estacionar en San Fernando últimamente? Es difícil conseguir estacionamientos, y eso que cobran. Muchos juegavivo estacionan allí y se van al Registro Público, a la notaría que está justo al lado de este, o a otras oficinas cercanas. El Hospital San Fernando ha invertido comprando terrenos hacia atrás, y los está acondicionando como estacionamientos para sus clientes. ¿Acaso usted se metió la mano al bolsillo para cooperar con Clínica Hospital San Fernando en la compra de los terrenos y la inversión que hizo en acondicionar esos terrenos para estacionamientos? ¿Quiénes se meterán la mano al bolsillo para pagar el impuesto de inmueble, gastos de iluminación, limpieza, mantenimiento y demás costos asociados a la operación de esos estacionamientos?

Si vamos al Hospital Punta Pacífica, allí siempre hubo problema de estacionamientos. Al lado está la Torre de las Américas, donde cobran $0.05/minuto y tampoco se encuentran estacionamientos. Muchas personas estacionan entonces en Multiplaza, a pesar de que allí también se cobra por estacionar, porque: i) sale más barato que estacionar en Torres de las Américas, y b) los estacionamientos de Torres de las Américas no se dan abasto. Siendo este el caso, si el Hospital Punta Pacífica no cobrase por los estacionamientos, muchos se estacionarían allí para cruzar a las Torres de las Américas.

Entendamos que los estacionamientos son escasos. El dueño de un automóvil no paga la totalidad de los costos que su uso genera. Parte importante del costo del uso de automóvil es precisamente el de estacionar. El estacionar es un costo del uso de automóvil, que el panameño no está acostumbrado a pagar, pero es parte del costo, y el mantenerlo gratuito a la fuerza generaría graves distorsiones. Los espacios públicos y privados no son infinitos. En una ciudad con cada vez mayor densidad poblacional en la que, además, la movilidad social y el desarrollo económico han traído el fenómeno de la familia de clase media en que cada adulto tiene su propio carro, la pretensión de que el estacionarse siga siendo gratis es muy ingenua.

Si no se permite al empresario cobrar por el servicio de estacionamiento, entonces ocurrirán dos fenómenos. En primer lugar, el usuario no racionará el uso del estacionamiento. En vez de ir al centro comercial a comprar lo que tiene que comprar y luego irse, tendrá un incentivo a quedarse todo el tiempo que quiera, aún sin necesitarlo, lo que impedirá que otros que necesitan el estacionamiento puedan usarlo. En segundo lugar, eliminará el incentivo que tiene hoy el empresario a construir más estacionamientos de los que las normas de ordenamiento territorial le exigen. Es claro que si a usted le prohíben cobrar por un servicio, no lo prestará y mucho menos invertirá importantes sumas de dinero para aumentar su capacidad de prestar dicho servicio.

El empresario actualmente observa la situación de evidente falta de estacionamientos en la ciudad, invierte su capital para crear estacionamientos y solucionar en parte el problema, pero, por supuesto, lo hace con ánimo de lucro. El ánimo de lucro es en libre mercado el mecanismo que lleva al empresario a identificar necesidades insatisfechas para buscar la manera de satisfacerlas, siempre a cambio de una remuneración y con la expectativa de un retorno.

Entendamos que si prohibimos al empresario la posibilidad de ese retorno, entonces no invertirá.

Atendamos la advertencia que nos hacía Ortega y Gasset en su obra La rebelión de las masas: ‘En los motines que la escasez provoca suelen las masas populares buscar pan, y el medio que emplean suele ser destruir las panaderías’. Destruir las panaderías puede satisfacer el hambre de hoy, pero solo haciendo imposible el comer mañana.

Plan estratégico y desarrollo urbano sostenible

La Red Ciudadana Urbana de Panamá (RedCuPa) ha hecho un análisis concienzudo del Plan Estratégico del Gobierno 2015-2019 (PEG), para proponer cómo ejecutar esas promesas. Lo hemos comparado con el Pacto por el Urbanismo Participativo firmado hace un año por nuestra organización, por el presidente Juan Carlos Varela, el alcalde José Blandón y muchas de las actuales autoridades, que en ese entonces eran candidatos.

El Pacto por el Urbanismo Participativo empieza por pedir respeto a la participación ciudadana, es decir, que las autoridades la reconozcan y permitan que sea protagónica en la planificación, creación y ejecución de políticas públicas, haciendo vinculante sus decisiones y evitando el falseamiento de la voluntad e intereses de los ciudadanos. Queremos ser escuchados y acatados, porque los ciudadanos somos los que elegimos a las autoridades para que administren los recursos que nos pertenecen, como país, y porque los impuestos que salen de nuestros bolsillos pagan sus salarios.

Nos complace ver que en el PEG la participación ciudadana se tiene en cuenta respecto a objetivos estratégicos, como ambiente, gobernabilidad y calidad de vida. Una iniciativa que facilitaría el alcance de los objetivos del PEG es que la ciudadanía tenga fuerte representación en el Consejo Nacional de Urbanismo (Conaur) que maneja el viceministro de Vivienda. Este consejo se ha reactivado, pero convoca solo a los gremios empresariales vinculados a la construcción e inmuebles. La RedCuPa exige que por cada representante del sector privado haya un miembro de la sociedad civil, para tener equilibrio en la planificación urbana. Si no se da esta condición, se corre el riesgo de que los habitantes de la ciudad sigamos siendo víctimas de la visión mercantilista del crecimiento, lo que a la larga contribuirá a desmejorar la imagen de país desarrollado que promovemos.

Los ciudadanos queremos un desarrollo sostenible, y eso pasa por la planificación de áreas urbanas que promuevan calidad de vida, áreas verdes, estacionamientos, aceras y servicios públicos de calidad, sin olvidar el respeto a los usos de suelo y la zonificación. En la RedCuPa buscamos un auténtico desarrollo que dé valor agregado al país y lo impulse a una economía próspera para los habitantes.

La RedCuPa se concentra en crear y ganar espacios formales de participación ciudadana para incidir en las políticas de urbanismo, y que el ciudadano sea parte activa en la creación de un modelo de desarrollo sostenible. Algunos políticos y empresarios ven con recelo cómo nos transformamos en actores beligerantes, por eso, juegan al desgaste para desalentarnos. Queremos que sepan que los tiempos de la ciudadanía pasiva quedaron atrás. Sr. presidente Varela, Sres. ministro y viceministro del Miviot, cumplan con el PEG y abran los espacios que merece la sociedad civil en la Conaur para impulsar la equidad social, promoviendo el urbanismo participativo e incluyente que brindará paz, calidad de vida y desarrollo económico sostenible.

Colegio Nacional de Abogados

De conformidad con los medios noticiosos nacionales fue el Colegio Nacional de Abogado el que presenta la denuncia en contra del exmagistrado Moncada Luna. Si bien opinamos que esta iniciativa es positiva y nos complace, pienso que existen otros problemas en el ambiente jurídico nacional, de los cuales somos testigos todos los panameños, como son que en muchos procesos penales, los cuales se desarrollan en diferentes agencias del Ministerio Público, escuchamos la denuncia de abogados que no se está cumpliendo con el debido proceso y frente a estas quejas no observamos que el presidente de Colegio Nacional de Abogados, Lic. Luis Alberto Álvarez, diga algo. ¿Por qué será esta actitud del prestigioso abogado?

Nuestro colega Álvarez tampoco ha expresado una sola palabra en relación a que existen dos ciudadanos panameños detenidos sin que exista fundamento legal alguno, pues para el delito del que se les acusa, según nuestra legislación penal vigente, no cabe detención preventiva por razón de la pena consagrada en la norma.

Nos interesa saber qué opina el abogado Álvarez en relación a que agentes de seguridad bajaron de un avión a un comerciante panameño y a su familia, sin que mediara una orden de autoridad competente.

Nos interesaría conocer qué tiene que decir el presidente de los abogados acerca de la Justicia selectiva, la cual se está aplicando en Panamá.

Sobre estos temas anteriormente enunciados por la sociedad y los abogados, nos complacería escuchar la opinión del Licdo. Álvarez. Igualmente queremos recomendarle señor presidente de los Abogados panameños que el Gobierno de turno, entienda lo indispensable de que se asigne un presupuesto que permita la implementación del Proceso Penal Acusatorio en las provincias que hacen falta por la implementación del mismo. Creemos necesario que el Colegio, que Usted dignamente dirige, realice, a nivel nacional, actos de presión social, a fin de lograr nuestra meta que es un presupuesto consono para que a nivel nacional se implemente el Proceso Penal Acusatorio.

No hay que quemar la casa para hacer tostadas

El Presidente de Panamá ha iniciado su gestión con algunas medidas que son elogiables. Tal como la publicación de su estado patrimonial y el nombramiento de un equipo de trabajo balanceado, profesional y capaz, en términos generales. Igual lo son los claros mensajes de medidas de honestidad, como acabar con los negociados de los cónsules y los notarios.

Dado que el Presidente ganó las elecciones con solo el 38% de los votos, debe estar claro en que sus propuestas no recibieron el apoyo de las mayorías. El 62% del electorado las rechazó o no se vio representado en ellas.

Esto me lleva al título de este artículo. Cuando se toman medidas no estudiadas, muchas veces tienen un impacto negativo desproporcionado para lo que se quiere lograr. Este es el caso de las políticas adoptadas en materia de regulación de precios. La regulación, aunque sea parcial y temporal, impacta negativamente la inversión privada (como lo vemos), la formación de precios y la imagen del país como un lugar amigable para los negocios. Esto impacta en el crecimiento, y ese impacto es desproporcionado para el tamaño del problema que se quiere resolver.

La regulación solo funciona temporalmente, lo que ha sido ampliamente demostrado. El daño, sin embargo, lo hace desde el primer día. Dado que lo que busca el Presidente es la disminución del precio de 22 productos, la pregunta es si pudiese lograr lo mismo sin impactar negativamente la imagen del país en materia de inversiones y de funcionamiento apropiado de la economía.

Veamos algunos hechos. En ninguno de los 22 productos regulados el país es autosuficiente (excepto en pollo y huevos). De hecho, la producción local de algunos de estos productos es realmente baja o inexistente (sardinas); la mayoría de los que están en la canasta básica, al igual que estos 22 productos, están protegidos por altos aranceles; se exceptúan de lo anterior los contingentes arancelarios (importaciones a aranceles bajos por cantidades limitadas) que deben ser otorgados por obligaciones internacionales del país; estos contingentes solo pueden ser importados por algunos privilegiados; los precios internacionales de estos productos son más bajos que los locales (si no fuera así, no habría que protegerlos con aranceles de importación).

Ante estos hechos, podemos deducir que si se abre el mercado para permitir que cualquiera importe los 22 productos señalados cuando quiera, y se permite que fácilmente toda persona de cualquier nacionalidad ponga un supermercado o minisúper (eliminando la nacionalización del comercio al por menor, facilitando los registros sanitarios y eliminando sus costos) el resultado sería que los precios bajarían y quienes producen esos 22 productos desaparecerían parcialmente (los eficientes se mantendrían).

Aplicar lo anterior tiene el problema del costo político que implica. Por tanto, para hacerlo “potable” políticamente, habría que tomar en cuenta a los productores ineficientes, para que no desaparezcan o, si lo hacen, se reconviertan con algo distinto o sean eficientes.

Dado que el impacto económico de estos productores debe ser muy bajo (toda la cosecha agrícola representa el 3.8% del PIB, esto incluye rubros de exportación como el banano, la piña, las cucurbitáceas, los pimientos y los mariscos, lo que permite suponer que ellos no llegan al 1% del PIB), es posible que se pueda establecer un programa de compra a futuro de toda la cosecha local de los 22 productos, de forma que no sean afectados por las importaciones, si la totalidad de la producción ha sido comprada previamente. Este programa puede establecerse a través del Instituto de Mercadeo Agropecuario para suplir sus ferias libres y jumbo ferias, con un costo realmente bajo para el fisco, resultando en una función válida y efectiva para la gestión de dicha institución. Lo anterior, junto con una vigilancia estrecha de parte de la Acodeco para evitar las prácticas monopolísticas, permitiría adoptar medidas más amigables con el mercado y lograr el mismo objetivo: alimentos a precios accesibles.

Aunque es obvio que lo mejor sería adoptar la primera sugerencia, la segunda tiene la ventaja de ser políticamente viable, se logra el objetivo de bajar los precios y mantener la producción nacional, sin impactar en la inversión ni la imagen del país. No es necesario quemar la casa para hacer dos tostadas…

¿Qué haremos?

Se avecina el evento más importante de los últimos años para el país: La Cumbre de las Américas. Ahora nos preparamos para tan importante evento y mostrar a Panamá como uno de los países más pujantes de la región, con un alto crecimiento económico, una ciudad moderna y vibrante, con altísimos edificios, relucientes centros comerciales y nuevas vías que dan la sensación de riqueza equitativa.

La Cumbre nos mostrará al mundo a través de miles de periodistas de todos los rincones del orbe, aparte de los invitados especiales, turistas, presidentes, jefes de Estado, importantísimos líderes empresariales, archiconocidos inversionistas y los jefes de empresas multinacionales afincadas en este país.

Por lo anterior, me asaltan una serie de preguntas, tal vez un poco tontas o inocentes, pero se las cuento para que usted, amable y paciente lector, me acompañe en estas sencillas y quijotescas reflexiones.

¿Qué haremos con los “bien cuidado”, los trancones, los cierres de calles por cualquier motivo, las protestas diarias en diferentes sectores de la ciudad, y las desesperantes “chivas parranderas”? Estas son y serán un problema, porque pasarán por las zonas hoteleras en donde se alojarán los ilustres invitados, a cualquier hora de la noche y de la madrugada, despertándolos sobresaltados por la música a los más altos decibeles. Su indiferencia es tal, que incluso pasan frente a los hospitales que infelizmente están en su ruta.

¿Qué haremos con las desafortunadas y seguramente bien intencionadas carreras, caminatas, marchas, desfiles y todo tipo de eventos en la cinta costera, con las consabidas y gigantescas bocinas o, en el peor de los casos, las bandas de música o las alegres murgas que desde antes de las 6:00 a.m. torturarán al desprevenido, sorprendido y embejucado presidente o jefe de Estado y cliente de cualquiera de los lujos hoteles cercanos al lugar?

¿Qué haremos cuando alguno de los distinguidos visitantes y turistas quiera disfrutar de la incomparable isla Contadora y descubra, con sorpresa, que el avión que lo debía llevar a esa isla paradisiaca hará una riesgosa escala, jamás anunciada y menos programada, en la destartalada e inconclusa “pista” de aterrizaje en isla San José?

¿Qué haremos con los “piedreros”, los malvivientes, los asaltantes, los vendedores ambulantes de todo tipo de baratijas, alimentos, sodas, agua y lo que usted imagine? ¿Qué haremos con los múltiples “pataconcitos” o tiraderos de basura callejera que adornan nuestra ciudad?

¿Qué haremos cuando alguno de los ilustres visitantes trate de tomar un taxi y descubra que en Panamá ya no existen, que ahora son “colectivos” y no “selectivos”, y que, en el mejor de los casos, tendrá que compartirlo con tres o cuatro desconocidos?

¿Qué haremos con la descortesía de los conductores, tanto privados como del transporte público, quienes manejan como lunáticos y, por cualquier motivo, sacan la varilla agresora?

¿Qué haremos con aquellos que detestan a los extranjeros, generalizando, y los culpan de todos los males que nos aquejan, desde lo caro de la canasta familiar hasta del temblor en Chiriquí? ¿Será que quienes promueven estas ideas saldrán a protestar por la llegada de ese montón de visitantes a nuestro país?

¿Qué haremos para que, por lo menos en esos días, los titulares en prensa, radio y televisión sean menos alarmantes y no causen sobresalto a los apreciados visitantes?

¿Qué haremos para no quedar mal con la visita que se enterará, en esos medios, de los escándalos de corrupción que con seguridad se seguirán destapando?

Y no me hago más preguntas para no avinagrarle el día, como yo ya me lo avinagré.

La Cumbre anuncia una crisis de sistema

La política exterior de un país es el reflejo de su política interna. En el caso de la VII Cumbre de las Américas, que se efectuará en la ciudad de Panamá, en apenas dos semanas, existe una tradición, que se remonta dos siglos, en que los países del hemisferio buscan crear un sistema político —sin mucho éxito—, mediante acuerdos y alianzas internacionales. El Congreso Anfictiónico, convocado por Bolívar en 1826, —precisamente en la capital panameña— tuvo como objetivo sellar la independencia de las nuevas repúblicas y bloquear el retorno de las potencias europeas.

La Cumbre de 2015 plantea la intención de los Gobiernos latinoamericanos de consolidar un sistema que respete su soberanía y la autodeterminación de sus pueblos. La decisión de Cuba de participar en la Cumbre organizada por la Organización de Estados Americanos (OEA) le dio un impulso especial al encuentro. Todo indicaba que las relaciones entre la isla caribeña y EE.UU. entraban en una nueva fase. Por primera vez en 55 años los presidentes de los dos países se sentarían juntos en una mesa.

Sin embargo, EE.UU. decidió sacar una carta de la manga que puso en peligro el sistema que construyen los países de la región. Faltando poco para el cónclave, el presidente Barack Obama declaró que Venezuela representaba un peligro para su ‘seguridad interna y política exterior’. La agresividad de Obama contrastaba con su discurso pronunciado junto con el presidente cubano, Raúl Castro, subrayando que las diferencias entre los dos países no podían resolverse mediante la fuerza ni el engaño.

La ‘declaración de guerra’ de Washington contra el Gobierno que preside Nicolás Maduro en Caracas, fue calificada como una intromisión burda por Gobiernos y sectores sociales de toda la región. El anuncio de Obama se dio a conocer solo unos días después del frustrado golpe contra la revolución bolivariana montada en Colombia con apoyo de EE. UU.

En la Casa Blanca se puso en marcha, hace más de 15 años, cuando aún vivía el presidente Hugo Chávez, una estrategia que buscaba un ‘cambio de régimen’, mediante mecanismos no democráticos. A pesar de todos los esfuerzos, Washington no ha tenido éxito. A mediados de 2015, Venezuela celebrará elecciones donde las fuerzas polarizadas pondrán a prueba su apoyo popular.

La táctica utilizada por Washington contra Venezuela se parece mucho a la acción de desgaste que ese país aplicó contra Panamá hace 25 años antes de invadir militarmente al istmo. La actual ofensiva norteamericana incluye sabotaje económico, movilización de extremistas que utilizan tácticas terroristas y la división de las fuerzas armadas de la revolución bolivariana.

EE.UU. también llega a la Cumbre promoviendo una política divisionista. Mientras que los países más progresistas promueven ALBA, EE.UU. abanica la llamada Alianza del Pacífico. Washington también ha extendido su presencia militar en la región. Ha ocupado militarmente países como México y Colombia. Sus tropas se mueven con plena libertad en Honduras y Haití. Tiene bases militares en Chile, Perú y Paraguay. En el caso de Panamá, ha construido 12 bases aéreo-navales en las dos costas del país.

Hace pocos meses el discurso de Obama en torno a la nueva política hacia Cuba era considerada prometedora en la región. La Cumbre de Panamá no aceptará la impunidad norteamericana que caracterizó el siglo XX. En términos políticos y económicos ha perdido su hegemonía de antaño.

EE.UU. parece convencida de que su única opción en América Latina en el siglo XXI es imponer su fuerza militar. Para corregir ese rumbo equivocado, Obama tendría que llegar a la Cumbre con un discurso que promueva la convivencia, acompañada de acciones que apoyen su retórica. La vieja Alianza del Progreso es algo del pasado. En la actualidad, tendría que plantear una nueva política de intercambio comercial, de paz y de búsqueda de soluciones para los migrantes de la región que buscan empleo en EE. UU.

En materia comercial, EE.UU. tiene que abandonar sus pretensiones de arrancar las riquezas a los países de la región, especialmente Venezuela. En materia de paz Washington debe declarar el hemisferio libre de militarismo. Tendría que desocupar las bases de Guantánamo, de Haití, Honduras y Colombia. Así mismo, retirar sus llamados ‘asesores’ militares de Panamá, Costa Rica, Chile y Perú. La Cumbre de Panamá anuncia una crisis de sistema que se reflejará en los cambios de la política exterior de EE.UU. hacia la región en un futuro no lejano.

 

Reformas urgentes a la Ley de Contratación Pública

Transparencia Internacional publica con periodicidad, además del Índice de percepción de corrupción, un Índice internacional de fuentes de soborno. Este último se construye con entrevistas anónimas a empresarios de diferentes sectores. El índice de 2011 arrojó como resultado que el sector en el que se pagan más sobornos (coimas) es el de los contratos de obras públicas y construcción.

Lo anterior no es más que una confirmación de la percepción generalizada de la ciudadanía: la contratación pública es una de las principales fuentes de corrupción en el mundo, y desde luego en Panamá, como quedó evidenciado con los recientes escándalos de corrupción. Si sabemos que en las contrataciones públicas existen los mayores riesgos de desvío de fondos a través de sobrecostos y que los gobiernos, desde luego, están conscientes de esto, ¿qué podemos hacer para controlar estos excesos y abusos?

En todos los gobiernos hay funcionarios a los que les conviene que haya espacios para la corrupción, por lo que le corresponde a los ciudadanos y a las organizaciones de la sociedad civil, presionar para que se aprueben reformas al sistema de contratación pública, y limitar la posibilidad de que se generalicen las prácticas corruptas que permiten los sobrecostos, por ejemplo. En la actualidad hay iniciativas en la Asamblea Nacional tendientes a reformar la ley, por lo que propongo que para el control de la corrupción se tomen en cuenta las siguientes medidas:

1. Que se legisle sobre el precio oficial o precio de referencia de las licitaciones, tanto para suministros, servicios y obras públicas. Hay escasa regulación sobre este tema. Si una de las preocupaciones principales de la ciudadanía son los sobrecostos, entonces la forma de calcular el precio de referencia debe ser importante y objeto de real fiscalización. Además debería debatirse con profundidad si el precio debe ser siempre público u ocultarse, como lo permite la ley, para algunos procedimientos, como el utilizado en la licitación de la línea dos del Metro. Nos inclinamos porque sea siempre público y haya responsabilidades por este cálculo.

2. La eliminación del Art. 92 de la Ley de Contratación Pública, que permite la contratación de “consultorías” por hasta 300 mil dólares, de manera discrecional y con muy pocos controles.

3. Que se deroguen los artículos que permiten “licitaciones abreviadas” y “apremiantes”, entre otros mecanismos que más que agilizar las contrataciones, permiten que quienes cuentan con información privilegiada, puedan presentar ofertas en abierta competencia desleal.

4. La regulación efectiva de las contrataciones directas. En el gobierno anterior les cambiaron el nombre a “licitaciones por procedimiento excepcional”, como si el problema estuviera en su denominación. El concepto de contratación directa debe desaparecer. Siempre, incluso cuando exista urgencia, se debe tener la posibilidad de una selección mínimamente competitiva. Un registro previo de proponentes, transparente y sujeto al cumplimiento de requisitos básicos, puede ayudar en esta tarea.

5. Que se revisen o eliminen los procedimientos especiales que aumentan la discrecionalidad con bajos niveles de control. (Tocumen S.A., PAN, entre otros).

Por motivos de espacio, no incluyo otras reformas necesarias, pero si logramos regular los temas mencionados, empezaremos a reducir la discrecionalidad y los espacios que permiten que la contratación pública se utilice para desviar fondos estatales. Necesitamos, con urgencia, un observatorio de la contratación pública. Sobre esta iniciativa hemos conversado con otras organizaciones de la sociedad civil preocupadas por la transparencia y la rendición de cuentas, que tienen propuestas de reformas integrales al sistema. Ojalá pronto se haga operativo el observatorio ciudadano, que estoy seguro ayudará a prevenir los abusos.

Las 50 sombras de un corrupto

Si escribo la palabra perversión, es probable que se piense en una desviación dentro del contexto de lo sexual. Algo así como cuando el Sr. Grey agarraba a la inocente Anastasia a correazos y ella, fascinada, pedía más. Bueno así. Pero quizás si menciono ciertos apellidos usted, lastimosamente, pensará en la palabra corrupción.

¿Qué tendrán que ver los rituales a los que el Sr. Grey sometía a Anastasia con los actos ilícitos de que se acusa a algunos personajes políticos y no políticos en Panamá? Para el psicoanálisis, la palabra perversión evoca una dinámica que a veces llega a convertirse en estructura del aparato psíquico. Esta dinámica se puede reflejar tanto en lo sexual, como en lo político, judicial o social. Por ejemplo, el régimen nazi puede considerarse el mejor ejemplo de un sistema perverso.

Se ha preguntado ¿por qué algunos, incluso con fortunas increíbles, necesitan acumular más y más a través de argucias ilegales que hoy vamos descubriendo? Permítame ponerme un poco teórica y explicar de modo simplista la dinámica del perverso desde la teoría psicoanalítica: Desde los primeros años de vida, el sujeto emprende su desarrollo, no solo físico sino psíquico, y lo primero que le sucede es que tiene la necesidad de vincularse con una figura que le procure alimentos, cuidados y protección. De otra forma, no sobrevivirá.

Durante esos cuidados y atenciones sufrirá, inevitablemente, situaciones que le producirán frustración. Estas serán las primeras insatisfacciones, a las que se sumarán muchísimas otras en la vida, pequeñas y grandes, y no podremos complacer todos nuestros deseos. Esto, aunque incómodo, es un proceso necesario y sano que llevará al sujeto a desarrollar recursos emocionales para resolver y tolerar la realidad. Pero sobre todo, esa frustración lo llevará a aceptar que siempre hay algo a qué someterse, que nos limita. Algo que dicta que no se puede satisfacer cada deseo, tener todo y que no todo llega enseguida.

En psicoanálisis, este reconocimiento y sometimiento a algo que impone un orden, lo llamamos instauración de la ley. Por ejemplo, todos vivimos sometidos a la ley de nuestra inevitable muerte o del paso del tiempo. Nadie está por encima de eso, por más que intentemos burlarlo con cirugías plásticas, dientes de tiburón o babas de caracol. Así igual, si vivimos en un país, estaremos sometidos a sus leyes.

En la perversión se dan algunas dificultades dentro de este recorrido, tales como la omnipotencia y la negación. El sujeto no tolera reconocer que quien le propicia cuidados no puede satisfacerle ni concederle todos sus deseos. La madre evita que el niño se sienta insatisfecho, resolviéndole, llenándole y tapándole todas los momentos dolorosos y frustrantes. Al crecer, este niño necesitará seguir reiterando esto con los demás, seduciendo y convirtiendo sus deseos en realidad, solo para luego someterle a que le correspondan como él desee. Quien quiera acompañarle en esta complicidad gozará de su aprecio y dádivas. Quien no, quedará desterrado de su reino.

Es lo que ocurre cuando el Sr. Grey hace sentir a Anastasia como la mujer más deseada del mundo, la llena de regalos e incluso se aparece inesperadamente para protegerla y visitarla. Una vez conquistada, le dicta lo que debe comer y vestir y le requiere satisfacer cualquier ocurrencia erótica que a bien el Sr Grey tenga. Esto, sin que a la pobre, entre látigos y sogas, se le pase por la cabeza que quizás debería poner una orden de alejamiento. Es lo que se pretende también con los “regalos comprometedores”, como apartamentos, contratos, puestos o abultamiento de cuentas que ofrecen algunos dentro y fuera del Gobierno, a cambio por supuesto de algo más.

La necesidad de omnipotencia no le permite al sujeto tolerar que debe acatar lo que antes describimos como ley, por lo que de forma constante intentará transar, engañar o transgredirla. Incluso acomoda las reglas a su beneficio. No desea esperar para satisfacer su deseo, pero además, y muy importante, el transgredir la ley, el transarla y burlarla, le produce placer. Oh sí.

Cuando el perverso adquiere una posición de poder, lejos de obedecer la ley, se convence de que él es la ley y todos deben someterse a su deseo. Es así como se van forjando los dictadores. El perverso no acepta que le impongan límites. El dinero es uno de los mecanismos que le ofrece permanentemente esta posibilidad. Por eso vemos la acumulación desmedida de bienes y dinero de algunos y revolvemos la mirada y sentimos espanto mientras decimos: ¡¿cuánto?!

Sí, la corrupción es un acto perverso. Y se preguntará usted, ¿qué se hace con los perversos? Pues lo mismo que se hace con los corruptos: imponerles la “ley”.