La Cumbre de Panamá será para reír

Esta cumbre se distinguirá porque a estas alturas nuestros países no saben dónde están, la arrogancia, la mentira y la falta de humildad formarán el conjunto que dominará las participaciones. Ustedes verán que los presidentes hablarán de lo bien que están haciendo las cosas en sus respectivos países, cuando todos sabemos que avanzamos, con respecto al primer mundo, con la velocidad de las cabalgaduras de Sancho y el Quijote. Los iberoamericanos estamos más derrotados que España, porque la mayoría de los jóvenes están estudiando carreras humanísticas como psicología y administración de negocios, como si acá todos estuviéramos locos o le debiéramos plata a alguien.

Cuando hable Maduro, panameños y panameñas se doblarán de la risa unos, y se aburrirá el resto, pues su discurso será de la época de los teléfonos de manivela; o sea, el mismo que nos ofrecieron los Codepadis cuando la izquierda latinoamericana le metió en la cabeza a Noriega, en 1989, que nosotros convertiríamos en añicos al ejercito de los Estados Unidos con las operaciones estratégicas de: Cutarra, ardilla, huevo de toro y Domitila.

Cuando hable el virrey Raúl Castro, no lo duden, ni mencionará las barbas congeladas de su hermano Fidel ni cuando competía en el paredón de La Cabaña con el Ché disparándoles a la cabeza a gente inocente. El Chino se limitará a defender —con cojones— la gran estafa de los Gobiernos totalitaristas en el mundo y que, así como Rusia le perdonó la deuda a Cuba de 29 mil millones de dólares, así mismo debiesen hacer los imperialistas Yankees con ellos.

Cuando Evo suba al escenario, después de haber visto lo que hizo Odebrecht en la Cinta Costera, no podrá articular palabra, pensando en los contenedores de hojas de coca que bien pudieron salir por el Pacífico que le tocaba a Bolivia, eso si Chile no les hubiese ganado la guerra que bautizaron los alemanes con el nombre del conflicto ‘salpeterkrieg’, porque fue por el salitre que se pelearon.

Para cuando le toque a los de Nicaragua, Ecuador, Brasil y Argentina, es decir: Bigotis Pinolero, Malcriadus locus, Petrubrasier y la Milonga sin sentimiento, yo estaré leyendo en mi hamaca de Cerro Marta y Juan Julio, donde descansa Torrijos, el último libro de Andrés Oppenheimer del título ¡Basta de historias!

Mientras a ustedes les recomiendo el informe de la OEI, Organización de Estados Iberoamericanos, en donde se aprecia que la mayoría de las universidades latinoamericanas está llena de jóvenes procurando graduarse en carreras pendejas y otras que ofrecen poca salida laboral o están totalmente divorciadas de la economía del conocimiento del siglo XXI. Por suerte la Cumbre, para morirse de la risa, será de dos días.

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