La Paradoja De La Justicia:
La justicia en Panamá es algo extraño, tal vez por la base de hipocresía social sobre la que reposa. Un cuento de dos caras. Para los que acceden al poder, es como vivir con Alicia en el país de las maravillas. Y para los que no, equivaldría a soñar con Freddy Krueger en la calle Elm.
El panameño común desconoce el significado del término. Se entiende por justicia todo lo opuesto a que le hagan una maldad. Es decir, manejamos conceptualmente mejor la injusticia que la justicia, porque la sufrimos a diario. Confundiendo su significado con una especie de “regalo divino”, al que todos tenemos derecho por ser creaturas de Dios.
Al final de cuentas, mal que bien, repellamos un concepto deformado que entendemos como todo lo que nos beneficia, y por injusticia, todo lo que nos daña.
Por ejemplo, cada vez que cambia una administración los que fueron oposición consideran justo volverse gobierno, y los que fueron gobierno consideran injusto retornar a la oposición. Cada quien inventa intrincados conceptos que solo él o ellos creen, tratando así de justificar (volver justo) lo injustificable.
Hace poco un funcionario (proporciones guardadas, la recreación del otrora caso Liborio) promovió una ley relacionada a las pensiones infantiles. Pero la sociedad le brincó con tal ferocidad, que hasta lo despidieron. Sea que lo haya hecho a título personal, o no, ¿cómo queda ahora su hogar, su esposa, sus hijos actuales y/o anteriores?
Por castigar al supuesto injusto, castigaron también a los justos que conforman su hogar. En este ejemplo específico cabe preguntar si la justicia se volvió, paradójicamente, injusta.
Por otro lado, ¿por qué las voceras de la familia y los medios masivos no reaccionan, con tanta fogosidad, ante los crecientes feminicidios? ¿O para defender a los menores en “riesgo social”, que supuestamente condenaron por amenazar al Presidente? ¿Será que los panameños (gobernantes y gobernados) nos hemos acostumbrado a ver la justicia de forma emotiva, y solo del lado que nos conviene?
La mejor excusa para ser “justamente injustos” nos la da la mediocridad y los sistemas corruptos, cuando nos permiten coaccionar, sobornar y amenazar (tráfico de influencias) en los procesos judiciales. Sin embargo, la justicia, en su más pura concepción, requiere que todos practiquemos cierta actitud, seamos o no beneficiados por su accionar. En principio, no deberíamos aspirar a ser tratados justamente si actuamos a contravía.
La justicia implica entereza personal y compromiso del individuo para consigo mismo versus todos los que le rodean (y viceversa). Para ejercerla hay que tener carácter, objetividad y solvencia moral. Dando el ejemplo, siendo responsables de nuestros actos (no vivir escudándonos en otros) y, por último, aceptando los acontecimientos en buena lid, aunque no nos favorezcan.