En el Día Mundial de la Justicia Social

Hace exactamente un año, Ban Ki-moon, secretario de la ONU, comentó: “La brecha que existe entre los más pobres y los más ricos en el mundo es considerable y está creciendo…”. En esa intervención sostenía que se debía empoderar a las personas mediante un trabajo decente; pero si solo nos enfocamos en este aspecto, sería una verdad a medias. La educación es un factor determinante, y velar por la culminación de los estudios de la juventud es una herramienta sine qua non para la sustentabilidad. El Estado tiene la ardua tarea de compensar su deuda con la niñez, en el último lustro la educación estuvo carente de competitividad y visión.

Hoy se conmemora el Día Mundial de la Justicia Social, y la fecha es propicia para la reflexión, al amparo de la realidad de cada pueblo (local o foráneo) que habita en el suelo patrio. Tenemos la indeleble responsabilidad de trabajar juntos.

Pese a que la Constitución, desde su preámbulo contempla la estabilidad institucional, la dignidad humana y promueve la justicia social, Panamá vive momentos muy difíciles por los casos que se ventilan ante los tribunales de justicia. A diario se escucha sobre la danza de millones en que participaron algunos, en contraste con la realidad del panameño de a pie que enfrenta un sistema de salud público colapsado, inseguridad por los delitos comunes, carencias económicas por el alto costo de la vida que se refleja en aspectos tan básicos como la vivienda o un plato de comida en la mesa.

Lo anterior confirma que para tener una nación sostenible, no es suficiente el crecimiento económico, pues este no permea en todos los rincones del país, más bien su ausencia golpea a miles y miles de panameños. Con desigualdad, el núcleo mismo de nuestra sociedad se resiente. Hay carencias por un lado, y por otro la percepción de corrupción que parece favorecer a unos pocos.

Debemos seguir con nuestras vidas afrontando situaciones que van más allá de hablar de un régimen de justicia social equitativo, toda vez que hay otros aspectos que también entran en juego; aquí las palabras de Freer Spreckley y, posteriormente, de John Elkington, sobre el concepto mundial del Triple Bottom Line, como se conoce en inglés, juegan un rol determinante. Si bien son acciones de mayor aplicación en el ámbito empresarial, no dejan de cumplir su función cuando nos referimos a la administración gubernamental.

Un Estado de bienestar social, promueve la convivencia pacífica y próspera de todos los ciudadanos; lucha frente a barreras preconcebidas y retrógradas, por motivos de cultura, religión, inclinación sexual, edad, genero, raza, nivel social, o incluso discapacidad física o mental, no importa qué eufemismo se utilice; no superarlo, como un solo pueblo, nos deja el lastre de derechos humanos vulnerados.

Hoy son tan actuales como hace 52 años las palabras de Martin Luther King Jr., cuando en su discurso “Tengo un sueño” reflexionaba que sus hijos no fueran juzgados por el color de su piel, sino por su carácter. Yo agregaría que ninguno de nuestros hijos sea discriminado con base a características externas o por sesgos mentales, quiero que se les valore por sus principios.

En este 2015 es determinante marcar un hito en la lucha contra el flagelo de la inequidad, y sobre todo para que exijamos rendición de cuentas respecto al avance de los objetivos del desarrollo del milenio, que tienen su fecha de cumpleaños precisamente este año. Con la Declaración del Milenio se enfrentan problemas que se consideran graves, y que a la postre coadyuvan a la justicia social: Erradicar la pobreza, enseñanza primaria universal, igualdad de género, reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el VIH, garantizar la sostenibilidad del medio ambiente, y fomentar una asociación mundial para el desarrollo; el PNUD reconoce avances en nuestro istmo, pero sostiene que persiste la gran brecha social.

A los dirigentes de la cosa pública, les exhorto a emprender ya el máximo esfuerzo para alcanzar a plenitud los ocho propósitos, ¡mañana será demasiado tarde! La justicia social no es un tema ocasional, es el pilar de nuestra evolución, como seres humanos, y la columna vertebral de la convivencia pacífica. Como señalara Simón Bolívar: “Las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes; y el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad”.

 

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