Terrorismo a la criolla

No tememos bombardeos como en Gaza o Donestk, secuestros, asesinatos tipo Boko Haram o Estado Islámico, ni las minas personales de las FARC, con sus seis millones de desplazados. Nuestra sociedad no se divide entre hutus y tutsis o chiitas y sunitas. No hay ocupación colonial que expulsar. Somos territorio libre de Al Qaeda y los talibanes no acosan nuestra cultura. La historia nacional no registra “ejército rojo” ni Baader Meinhof ni IRA ni ETA ni Sendero Luminoso ni Ku Klux Klan. Tampoco guerras como las de los nicaragüenses, salvadoreños y guatemaltecos. No tenemos secuelas de dictaduras de los niveles de Duvalier, Pinochet o los militares argentinos.

Cazadores de votos que regalan productos vencidos, precios en alza, calidad y cantidad en baja, pujante desigualdad, ahorro sensible en consumo eléctrico y tarifas cuyo ascenso las hidroeléctricas no pueden detener. Buses modernos y sistema de transporte colapsado, puentes vehiculares, ampliación de vías y lluvia de asfalto con angustiantes y crecientes tranques. Ríos y playas contaminadas, acero y cemento como nuevos delincuentes ambientales. La fiesta de la basura, profunda insatisfacción en la educación, exceso de escuelas ranchos, deterioradas y en vías de extinción. Hospitales y centros de salud sin insumos e indolente, dolorosa y precaria atención. Niveles nutritivos inmerecidos, calles y aceras asesinas de autos y transeúntes, elevada inseguridad. Y, ahora, latrocinio contra las arcas públicas y fusilamiento de las instituciones democráticas. La lista es larga. Habrá quienes buscan camuflar esta realidad con las innegables y positivas cifras de crecimiento económico y las megaobras. Intento fallido.

Entre 2009 y 2014, a los diputados los regaron con más de $403 millones. El equivalente a 33 escuelas, 48 Minsa-Capsi o 12 estadios de béisbol tipo Rod Carew. A través del PAN se malversaron unos mil 200 millones de dólares para encubrir el enriquecimiento injustificado de unos pocos. Súmenle magistrados y exministros embarrados. “Más en 5 años que en 50”. Sí, pero no obras. Las explicaciones técnicas de los abogados de los imputados evidencian que vivimos en un estado de derecho, pero no alcanzan a cubrir el hedor de lo acontecido. Parece que la justicia despertó, pero el crimen organizado sigue entronizado en el poder político y sus protagonistas se mueven con libertad en los partidos y órganos del Estado. Todo gracias a “los locos somos más”, telaraña que atrapó también a dirigentes panameñistas y del PRD, a los que una etérea gobernabilidad les impide entender el clamor popular. Es importante que haya castigo, pero es vital eliminar el mal.

Se fortaleció el cultivo genético de la corrupción en detrimento de la sana convivencia y la necesaria credibilidad política. Los traidores creen que todos nacemos con derecho a ser corruptos. Por cinco años eso fue lo que sembraron: Temores, indefensión y desamparo en plena jungla. Y sin partidos que orienten. ¡El PAN sigue vivo! ¡Llegaron los bonos!

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