Se Busca Magistrado, Sin Pasado

Doña Experiencia y doña Prudencia tenemos en común tardes de lluvia, ojos abiertos y oídos inquietos. Y en una de esas tardes aburridas, este ensayo resultó… En momentos en que el sistema judicial, la Asamblea Nacional y el Gobierno de Panamá están con la credibilidad en entredicho por los serios casos de corrupción es cuando debemos hacer un llamado a la coherencia social.

Ejerciendo nuestra libertad, en el ámbito de una justa elección, no deberíamos admitir que existiesen vicios ni pasiones que debilitasen la voluntad de elegir, con sabiduría y sin coacciones externas, al próximo magistrado de la Nación. Frente a la amenaza de enfrentarnos a un desorden social, tenemos la oportunidad de aprovechar el momento para inclinar la balanza hacia el lado de la justicia.

Recordando a los grandes filósofos: Platón, Aristóteles o Tomás de Aquino y cada una de sus teorías sobre el significado de justicia, no podemos menos que decir que esta debe servir para proporcionar ética, armonía, equidad y honradez. En este contexto no podemos desaprovechar la oportunidad de concienciar a la comunidad sobre el principio básico del sistema judicial que es su independencia como garantía para todos los ciudadanos.

Mientras vemos cómo, por primera vez en la historia de Panamá se llama a juicio a un expresidente mediante el Sistema Penal Acusatorio, se condena a un magistrado y a altas figuras de la vida pública y de la empresa privada, siguiendo el ejemplo de Perú y de su procurador José Ugaz, cuyo lema vital dio paso y pie al libro Caiga quién caiga, no dejemos a un lado el momento crucial que se avecina con el nombramiento de varios cargos importantes. Magistrados de la Corte Suprema de Justicia y directores de la Autoridad del Canal, esto aunado al reciente mandato del contralor general, el procurador de la Nación y de la Administración y de un magistrado del Tribunal Electoral.

Este gobierno, que se llamó“el de la decencia”, debe pasar a la historia como tal. No podemos seguir postergando que los puestos sean ocupados por méritos propios, y no como resultado de una división de espacios políticos, amistosos o sociales para manejar el país.

A través de los años hemos sido testigos de la trama que se teje alrededor de la elección de los magistrados y de las altas figuras de la esfera política, todos los gobernantes han caído en el juego de ubicar en puestos clave a personas que, de alguna manera, puedan maniobrar en algún sentido. Ya sabemos que favor con favor se paga.

Vivimos en un país presidencialista, donde es facultad del mandatario hacer esos nombramientos, sin embargo, podría asegurar que este o cualquier otro Presidente que cambie las reglas del juego, llámese la Constitución Política, es quien hará la diferencia.

Ese “hoy por ti, mañana por mí” no puede seguir siendo el leitmotiv de la justicia panameña. La sociedad civil está aburrida de la justicia selectiva, de los trueques y de los fallos que dilatan, por años de años, esos abogados que se nutren de la burocracia del sistema para engavetar y desempolvar expedientes cuando conviene, dejando los casos en un limbo judicial en el que para aguantar no solo hay que ser paciente, sino tener dinero. Este es el pan nuestro de cada día de los ciudadanos de a pie, de empresarios y de todo aquel que esté en manos de la justicia panameña. Creo que ha llegado el momento de pasar la página y hacer cambios visibles, tangibles y hasta responsables, porque vergonzosamente nos encontramos ante el hecho sin precedentes de tener magistrados con decenas de querellas, y algunos de ellos incurren en el error de aceptar arreglos y emitir fallos para mantener sosegada a la opinión pública, haciendo caso omiso de la justicia real. Ese es el peor síntoma de deterioro de la justicia como tal.

Hay un abogado que alega siempre: “caimán no come caimán”. Le recomiendo mirar a su alrededor, pues me parece que no ha reconocido el ambiente en donde se encuentra hoy. Toda esa camada de jóvenes abogados debe guardarle lealtad solo a su conciencia; que las luces de las fiestas sean las únicas que los deslumbren; sepan que todo tiene un precio, menos las noches tranquilas; solo estiren la mano para ayudar y recuerden siempre que “el que sube como palmera baja como coco”. Así le dijo doña Experiencia a todos aquellos que fueron sus alumnos.

Nuestro sistema judicial está a punto de colapsar. Trabajemos para lograr que evolucione, se refresque, se renueve y sea libre. Acabar con la delincuencia es difícil; se ausenta y no siempre desaparece. Convirtamos esta amenaza en oportunidad.

Y mientras repicaban las campanas al salir de la iglesia, de la última conversa esta sugerencia resultó: Nombremos una “junta de honorables” que represente la colectividad y que posea los conocimientos para ayudar a elegir con respetabilidad al cuerpo de magistrados de la Corte Judicial. Con sendos representantes del Colegio de Abogados, de Transparencia Internacional, de las facultades de derecho de las universidades del país, y de las grandes firmas de abogados. Una vez conformado el grupo, sus miembros podrían ser quienes calificaran los méritos de los postulados para hacer consultas con la sociedad civil, como en campaña prometió, y de allí, que el Presidente que proceda a hacer su nombramiento. Aun así, dijo doña Experiencia: “Mejor poner doble coladera, ¡un guisante podrido… y nos daña la lata entera!”.

 

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