Respeto a la idiosincrasia y a la soberanía
Panamá es un país que surge de las entrañas de la tierra. Mezcla de todas las regularidades e irregularidades del mar y los pantanos, por lo cual hasta la forma de su territorio es caprichosa, una ese acostada que a su vez presenta particularidades que los países con mayor dimensión no tienen.
Hasta en su cauce y su calidad de agua se distingue.
Desde los orígenes de Panamá, su población era diferente. Los habitantes provenían de Centro, y Suramérica y hasta del Caribe, estos, quizás, perdidos en su embarcaciones que eran arrastradas por las corrientes marinas hacia nuestras costas.
Los pueblos se conformaron con personas que provenían de diferentes culturas, por eso, mantenían costumbres y hasta dialectos distintos. “Originarios” se les llama, quizás no por su origen, más bien por el pasar de los siglos y la idiosincrasia de esos pobladores.
Este es un país de culturas extrañas, cuya población a través de cientos de años se ha distinguido por ser humanitaria. Esa fue la principal razón por la que piratas y corsarios –ladrones de mala muerte– europeos e ingleses, se apropiaron hasta de nuestras religiones y costumbres.
Con el pasar del tiempo, y la construcción del ferrocarril interoceánico y el Canal de Panamá, la mezcla de razas se hizo más intensa. De forma que hoy día hablar o encontrar a individuos de razas originarias es difícil.
No somos xenofóbicos, muy por el contrario. En la lucha contra el colonialismo, nuestro principal aliado fue el pueblo, cuando el gobierno nos oprimía y asesinaba. Nunca fuimos enemigos de los estadounidenses, solo de su gobierno imperialista, a manos del que murieron muchos panameños que exigían respeto por la bandera patria y que se eliminara cualquier emblema extranjero en nuestro territorio.
Somos respetuosos de la idiosincrasia y soberanía de los pueblos, por ello exigimos lo mismo. Jamás aceptaremos irrespeto a nuestros nacionales ni que se enarbolen banderas extrañas en suelo patrio, en detrimento de la nuestra.
El mal llamado programa Crisol de Razas, más que un beneficio social resultó ser un lastre, una carga. Es una nueva forma de robarle a la economía panameña, toda vez que aún se desconoce cuántos millones de dólares entraron realmente al programa, y cuántos a los bolsillos de algunos jerarcas del Estado, producto del abuso y rapiña que enarboló el desgobierno de Ricardo Martinelli.
Si pensar en el bienestar del país que te vio nacer es ser xenofóbico, entonces el mundo entero es xenofóbico. Las palabras de la diputada Zulay Rodríguez fueron a propósito mal interpretadas, tanto por el gobierno, como por propios y extraños, a fin de crear un clima de intranquilidad y división sociopolítica, porque en río revuelto ganancia de pescadores.
¡Dios te salve, Panamá!