Panamá pone la mesa…

Hace unos días escuché a nuestra vicepresidenta y canciller, Isabel de Saint Malo de Alvarado, soltar la expresión “Panamá pone la mesa”, en una entrevista en la que hablaba del rol del país en la Cumbre de las Américas.

Mientras la escuchaba hablar sobre el tema, me venían a la cabeza imágenes de lo que significa poner esa mesa, crear ese escenario, ser el anfitrión de un evento de esta magnitud. Vendrán 35 jefes de Estado y entre 10 mil y 12 mil visitantes. Los ojos del mundo estarán puestos en Panamá, por medio de más de mil periodistas internacionales. ¡No son palabras menores!

Imaginemos que dentro de un par de semanas vinieran a cenar a nuestra casa un grupo de personalidades internacionales de alta importancia. Si fuera así, con seguridad, estaríamos pensando qué le vamos a servir, cómo adornaremos la mesa, cómo nos vestiremos, y cómo los vamos a entretener. Nos ocuparíamos de que nuestros invitados estén bien atendidos, haríamos el esfuerzo de que se conozcan entre sí, que tengan la oportunidad de compartir, y que lo hagan de forma cómoda en un ambiente de respeto y cordialidad.

Seguramente querríamos tomar fotos de la linda recepción –en la que invertimos esfuerzo y recursos de nuestra familia– con cada uno de esos invitados especiales y nos llenaríamos de orgullo cuando le contáramos a nuestros amigos sobre los resultados de la velada y los detalles que sobresalieron.

En una escala más amplia, eso es exactamente lo que le espera a Panamá muy pronto. Hemos sido llamados a convertirnos en esa capital de las Américas y, sin duda, seremos el centro de la atención mundial.

Será un momento histórico para Panamá que, otra vez, ocupará ese rol de facilitador, de puente para aproximar a los países, desde donde la región pueda llegar a consensos y Panamá aporte un grano de arena para acercarnos a esa “prosperidad con equidad”, que tanto reclaman nuestros pueblos.

Las autoridades deben estar claras de ese rol que nos corresponde jugar para que se tomen en cuenta particularidades e intereses de cada nación y –como a los buenos anfitriones– asegurar que se dispongan las condiciones adecuadas para diálogos respetuosos y constructivos que contribuyan a propiciar mejores relaciones bilaterales y multilaterales. Propiciar que salgan de aquí planes y proyectos concretos que acompañen el desarrollo de nuestros países en los próximos años.

A los panameños nos toca mostrar nuestra mejor cara. Un país hermoso, limpio, ordenado, con gente amable y alegre. Que transpire el orgullo que significa atender ese llamado histórico de ser puente del mundo, corazón del universo. Nos toca dejar a un lado las diferencias que acompañan nuestro día a día, y el 10 y 11 de abril ser un solo Panamá al servicio de la región.

Es muy posible que representantes de diferentes naciones quieran aprovechar el momento y las cámaras para manifestar sus inconformidades con sus gobernantes. Busquemos la manera de intentar que eso se dé en un ambiente pacífico y para que no seamos, los panameños, quienes elevemos el calor de las discusiones.

Los países invierten millones de dólares en campañas para atraer a turistas de todas partes del mundo. Esos días tendremos aquí a casi 2 mil periodistas que, sin costo adicional para Panamá, regresarán a sus países y hablarán del nuestro. Ojalá lo vean como un lugar atractivo en todo sentido, pues así lo mostrarán y, esto a su vez, representará crecimiento económico sostenido para nosotros.

No sabemos cuándo tendremos otra oportunidad semejante, pongamos la mesa de tal manera ¡que todos queden con ganas de más!

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