Ojo Con El Canal De Nicaragua

En los albores del siglo XX el presidente Theodore Roosevelt resolvió construir un canal interoceánico que atravesara Nicaragua. Contra la oposición del Senado, Roosevelt favoreció la ruta panameña, motivado por los insuperables enfrentamientos políticos con Colombia y por recomendaciones técnicas de la Comisión Walker. El toque final correspondió al francés Phillipe Buneau Varilla, quien tuvo el tino de remitir a cada senador un sello postal del volcán Momotombo en plena erupción. El mensaje no pudo ser más evidente, Nicaragua perdió la ruta.

El canal nicaragüense vuelve a ensombrecernos, esta vez movido por fuerzas encarnadas en el industrial Wang Jing, de la comunista República Popular China. El convenio para la construcción fue suscrito por el presidente Daniel Ortega y Hong Kong Nicaragua Development Group (HKND), compañía financiada con recursos propios de Wang Jing, que no es adicto a chistes ni bromas. Se han gastado 300 millones de dólares en las preliminares del proyecto, que incluye autopista, puertos, zonas francas, ferrocarril, oleoducto y un aeropuerto internacional, obras que deben entrar en operación en el año 2020. Wang niega que su país esté detrás del proyecto, pero no puede ocultar que los nuevos millonarios chinos son fichas del Gobierno de Beijing. En su caso, todas las empresas que ha desarrollado son financiadas por la estatal Banca de Fomento China. También rehúsa Wang dar a conocer la secreta identidad de sus socios, pero jerarcas rusos han manifestado que el canal chino les interesa. Es evidente que Moscú dispone de unos cuantos rublos para esta aventura de política global.

Los estamentos de poder estadounidenses y panameños no toman en serio el nuevo canal interoceánico, porque consideran que no es rentable a un costo estimado entre 50 mil y 70 mil millones de dólares. Por el contrario, entre otros el respetado catedrático de la Universidad de Washington, consultor en asuntos de defensa nacional Evan Ellis, dando en el blanco declara: “… las empresas chinas no caen del cielo en América Latina”.

Las intenciones de Wang Jing son serias, el campo socialista parece haber dispuesto asumir cualquier gasto para poner dos pies en América, sin declarar una guerra ni disparar un fusil. La fuerza Wang es real, la corrida de buques abanderados en China –segundo usuario de nuestro Canal– significa cuantiosas pérdidas en operaciones de la propia vía, de la zona franca, puertos y los servicios estratégicos del comercio internacional afincados aquí. Panamá no dispone de poderes para impedir el nuevo canal, pero puede contrarrestar sus dañinos efectos aprovechando las carencias de Nicaragua. Fortalecer la infraestructura con inteligencia y creatividad, mediante un proyecto nacional apoyado en 100 años de experiencia, en servicios internacionales de comunicaciones, banca y finanzas, centros logísticos, industrias de valor agregado y nuevos puertos… el cielo es el límite. Ruego que los lectores investiguen sobre este delicado tema, con toneladas de información disponible en internet.

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