La rana y el escorpión de la corrupción

No voy a pecar de aburrido contándoles todos los detalles de una fábula que, lo más seguro, ya conocen a saciedad. Sin embargo, se las resumo: un escorpión necesitaba cruzar un peligroso río y, para ello, recurre a una recelosa rana, que se negaba a cruzar a su mortal pasajero, por obvias razones. Pero, el escorpión termina convenciéndola bajo la lógica de que hacerle daño sería la perdición para ambos, al poder morir ahogados.

Bajo esta premisa, la rana acepta, solo para verse picada mortalmente a mitad de camino. El agonizante batracio cuestiona al escorpión mientras ambos se hunden hacia la muerte, y él responde que lo había hecho, porque “esa era su naturaleza”.

Esta es una historia para niños que, sin embargo, contiene grandes enseñanzas y verdades que nos llevan a una pregunta: ¿cuánta corrupción puede aguantar Panamá antes de hundirse en las tormentosas aguas de la economía mundial?

Los panameños somos, como la rana, y a cuestas cargamos con un entramado corrupto, constituido por políticos, partidos, empresarios deshonestos y una gran cantidad de ciudadanos de todas las capas sociales. Sobre este punto no nos engañemos: la corrupción reina desde el más sórdido gueto hasta la más encumbrada y exclusiva torre de apartamentos.

La diferencia que hay entre la rana del cuento y la de nuestra metáfora es que el país ha demostrado una extraordinaria capacidad de resistencia a las innumerables “picadas” que recibe a diario del escorpión de la corrupción. Pero todo tiene un límite.

Luego de la trágica invasión de los estadounidenses a nuestro país, con la excusa de capturar al tirano Noriega, se dio la circunstancia de que todos esos partidos que decían estar en contra de la corrupción y que clamaban por democracia, gritaron al unísono: “¡Esta vaina se acabó!”. Sin embargo, nunca fue así. Picados.

El esquema de seudodemocracia quedó intacto y hasta se refinó, pero no para beneficiar al pueblo, sino para perpetuar las prácticas que permitieran a los partidos en el gobierno, a los diputados y a los empresarios que se prestaran para la sinvergüenzura, hacerse de millones a costa del dinero de todos los panameños. Picados.

Luego de cinco gobiernos en “democracia” poco ha cambiado: las viejas prácticas se mantienen y los polos de riqueza nuevamente se vuelven a concentrar en unas pocas manos; las de siempre, las privilegiadas desde los inicios de nuestra vida republicana y hasta más allá en nuestra historia. Picados.

Producto de todo esto, tenemos un Panamá con pésima imagen internacional; incapaz de producir sus propios alimentos; con pobreza y delincuencia en aumento y con los mismos problemas de hace 25 o más años. Picados.

¿Cuántas picadas más podemos resistir antes de hundirnos todos, junto al entramado corrupto que decide por nosotros? Por ahora, nadie lo sabe, pero lo que sí es cierto es que ya estamos dando muestras de agotamiento y, aparentemente, nada ni nadie puede ni quiere salvarse y salvarnos. Picados.

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