Es Posible, Es Necesario: La UP Es De Todos
La vida está llena de posibilidades, también de necesidades. Se dirá, con algo de razón, que entre lo posible y lo necesario no hay distancia pronunciada; que existe, entre una y otra, cierto grado de complemento, ya que lo que sentimos como posible tiene, como fuente, una necesidad que está por delante. También en la comunidad universitaria se expresa la fuerza de la necesidad, la que será satisfecha siempre que actuemos bajo los parámetros de la planificación, la seguridad y el entusiasmo, y si lo hacemos con visión y convencimiento. Una de las necesidades que tiene la generación de los años 50 y 60, y que haría posible aquello, es la de interpretar el contexto por el que transita la educación superior en correspondencia con las exigencias de los nuevos tiempos.
El contexto emergente —que señala un mercado global competitivo y una revolución del conocimiento— nos obliga a adoptar los compromisos que la institución universitaria exige y de superar las barreras (las electorales, incluso). Hay que creer que sí es posible abrazar aspiraciones y salir adelante en los fines propuestos, así como tan posible es lograr el apoyo de las mayorías para seguir enrumbando —con liderazgos renovados— a la universidad del pueblo panameño, la universidad de todos.
¿Y qué con el relevo generacional? No solo es posible, sino más que necesario. Quienes administran, por corto o largo periodo, llegan (o llegarán) a comprender, en su momento, que siempre nos llega la hora de decir adiós. Porque la insistencia de perdurar va en contra de la propia lógica institucional y de su necesaria renovación. La universidad necesita, hoy, de nuevos impulsos; de innovadas estructuras funcionales al contexto emergente, arriba aludido; de la revisión —como necesidad apremiante— de su modelo de funcionamiento, en particular de su excesiva politización. Hay que poner la mirada sobre los cambios que ya son más que exigidos.
Es imperativo que se imponga en nuestras cabezas la confianza de que sí es posible variar el ‘statu quo'. Que es imprescindible, igualmente, fundar las barreras contra todo aquello que deteriora la imagen institucional, así como de todo aquello que dificultan la calidad de lo hacemos desde el claustro universitario. Llegó la hora de reconocer que el arraigado activismo político es como el tuétano que se esconde en una gruesa capa sobre la que se sostiene el régimen electoral, las candidaturas de toda naturaleza, las campañas costosas que nada tienen que envidiar a las de diputaciones nacionales, y todo esto, han venido deteriorando, lento, pero continuamente, lo que es esencial para el buen desempeño institucional.
Claro que es posible y la necesidad no puede esperar para encontrarnos con el camino más consecuente. Por más entusiasmo que alberguemos, la historia termina por enseñarnos que las circunstancias se ponen por encima de los deseos, que los retiros oportunos son también un valor ético que se reconoce, más cuando las circunstancias que lo conducen son el resultado de la vida misma. Sentirse útil es bueno y las experiencias no se desperdician. Pero, es la fuerza de lo natural lo que hace ilusorio los actos indefinidos, como ocurre con las elecciones de las autoridades universitarias. Si es verdad que bregamos por la Universidad de Panamá, que somos defensores para que ésta ocupe en el mejor sitial, entonces digamos y aceptemos que llegó la hora: la hora de lo posible y de lo necesario.