El paraíso viable

 Es difícil encontrar el paraíso sobre la faz de la tierra. Pobreza, desigualdades, discriminación, asesinatos, inseguridad, desempleo, injusticias, epidemias, represión, engaño, corrupción con otros vicios sociales, siempre aparecen en cualquier parte del mundo, en menor o mayor grado, con frío o calor.

Pero si es fiscal, el paraíso es viable. Aunque en Panamá no se cumplen las características propias que configuran tales oasis tributarios. Aquí existe, para nacionales o extranjeros por igual, un sistema impositivo visible y tangible dirigido a todo el que genere riqueza dentro de nuestro territorio. Evasores siempre habrá, como aquellos miembros del círculo cero que construyen torres monumentales en las que los apartamentos los traspasan bajo figuras legales que esconden una verdadera venta de inmuebles. Y las autoridades se lo tragan. Estos inversionistas sí viven en un paraíso fiscal.

Imposible descartar que haya colombianos que hagan lo mismo por acá. Aun así, no se justifica abofetear a un vecino amigo para atacar un problema doméstico. Jaramillo, del escándalo financiero colombiano Interbolsa, está en España; Wigoda, de Factor Group, en Israel.

Pero peor es la publicidad engañosa en nuestras relaciones exteriores frente a la comunidad nacional. Cierto que Colombia y Panamá fumaron la pipa de la paz. ¡Grandioso gesto! Hoy no existen señales que los panameñistas en el poder repitan el comportamiento de sus copartidarios que suscribieron el Acuerdo Salas-Becker, que permitió la fuga del soldado estadounidense que asesinó a Vanessa Rodríguez en Azuero. Parece que esta vez en las prometidas negociaciones con Colombia primarán los intereses nacionales.

Ojalá que la precondición de confidencialidad no se convierta en secretismo en detrimento de una sana y necesaria consulta. Se logró posponer la batalla final, pero el problema subsiste y las aspiraciones del Gobierno colombiano no han desaparecido. Aunque no se trataba de ponerles fin en este momento, sino más bien crear condiciones para iniciar negociaciones reales y sujetas a plazos, el objetivo de Colombia, si una vez fue ese, se cumplió: comprometer formalmente a Panamá a negociar un acuerdo sobre la materia.

La colaboración entre ambos países en el 80% de los temas mencionados en el memorándum de entendimiento del pasado 21 de octubre, ya existe. Quiere decir que alguien logró incluir en la agenda respectiva, asuntos desconocidos, diferentes al que ocasionó el percance. ¿Revisarán lo que está funcionando? Se debe rastrear a quien lesiona al erario colombiano.

Panamá debe colaborar en las investigaciones que formalmente se adelanten, pero hacerle un hueco a nuestro sistema financiero para complacer el deseo del vecino país por subirse a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, es obstaculizar el proceso de consolidación permanente del negocio bancario en Panamá, probadamente exitoso.

El lenguaje diplomático es muy particular. Ejemplos: “…en materia de temas…”; …estándares internacionales…”; y “…etc.”. Son ambigüedades; más un PRD embriagado con la gobernabilidad, una oposición en manos de gánsteres y un gobierno que reaccionó después que lo patearon, producen que el Estado nacional se confiese temeroso. El corazón de Panamá es grande. Lo demostró su lucha por el Canal. ¿Sigue vivo ese coraje? ¿Quién lo heredó?

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