El Panamá Político, La Burocracia Y La Corrupción

El Panamá político, con el tradicional clientelismo electoral, corrompe la acción gubernamental.

Cuando se hacen los nombramientos de los funcionarios, en todos los cargos, se ignora la competencia profesional, la probidad administrativa, los valores éticos y morales.

La burocracia es el mal endémico de nuestras instituciones, es el caldero de las coimas. Deliberadamente y con alevosía se demoran los simples trámites para dar el zarpazo. ¿Cómo impulsar el desarrollo económico con funcionarios deshonestos?

El llamado “juega vivo” se ha convertido en una norma, roban los del más alto perfil, así como los mandos medios hasta llegar a los de base. Se educa con el ejemplo.

Los funcionarios de alto nivel saquean los fondos públicos con sus negociados y el aval de los que deben controlar los bienes del Estado; todo el engranaje gubernamental se corrompe con funcionarios mediocres, incompetentes y sin valores.

Lo sucedido durante la administración de Ricardo Martinelli rompió todos los paradigmas.

El transfuguismo de los diputados llegó a extremos nunca vistos, todo se compraba y vendía como en un gran supermercado. El cinismo era lo cotidiano, el tesoro nacional era el coto vedado de los políticos en función de gobierno, su patrimonio personal, delinquir era gobernar.

La burocracia en una sociedad democrática debe seleccionarse entre los mejores ciudadanos, por sus méritos y competencia profesional, solo así se garantiza la continuidad de la acción gubernamental. La efectividad y eficacia de los funcionarios promueven que cada balboa se invierta responsablemente, sin sobrecostos ni prebendas.

En Panamá tenemos hombres y mujeres de alta calidad profesional comprometidos con el desarrollo nacional, solo hay que darles la oportunidad para trabajar por el bien del país.

Panamá tiene urgencia de estadistas, mandatarios fundacionales como Belisario Porras, hombres y mujeres semilla que fecunden nuestra tierra de políticos con principios, con la debida capacidad y credibilidad para gobernar con transparencia y sin improvisaciones.

 

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