Delincuencia, factores de riesgo y prevención

La delincuencia es un problema cuyas causas obedecen a múltiples factores. Tal vez sea llover sobre mojado insistir en que debe ser tratada desde una perspectiva preventiva, obviamente, sin descuidar la parte represiva y policíaca. Ahora bien, desde mi punto de vista, la parte preventiva debe basarse en una serie de datos que dirijan la toma de decisiones de las autoridades según las condiciones de riesgo vinculadas al fenómeno. Mencionaré algunos de esos factores de riesgo que abarcan no solo aspectos extrínsecos (ambientales), quizás tratados en otros artículos, sino otros que usualmente no se consideran relevantes, como los relacionados a rasgos de personalidad. Se han publicado artículos que enfocan el problema desde la perspectiva del desempleo juvenil y, sin duda, múltiples estudios apoyan esta idea, como los del psicólogo David Farrington (1985), quien observó que los jóvenes que llevaban al menos tres meses desempleados cometieron casi tres veces más delitos, comparados con los que tenían empleos, y que el efecto del desempleo en estos hechos solo era evidente en aquellos chicos con un alto índice anterior de delincuencia. Esta conclusión es relevante para destacar que el desempleo afecta a jóvenes con cierta vulnerabilidad previa, y no a todos. Tal enfoque es muy general y no toma en cuenta las condiciones particulares extrínsecas e intrínsecas del individuo. Por ejemplo, los factores intrínsecos se refieren a la personalidad del joven. Según estudios de David Lykken (1995), los jóvenes en riesgo presentan mayor nivel de impulsividad comparados con el grupo de la misma edad; ausencia de miedo, lo que los hace menos sensibles al castigo, y son más susceptibles a la recompensa. Esto los hace más vulnerables a involucrarse en actividades que para la mayoría de las personas resultan peligrosas. Otro rasgo es la dureza que, según Hans Eysenck (1985), describe a un joven frío emocionalmente, falto de sentimientos humanitarios con compañeros y animales, y agresivo y hostil incluso con parientes. La investigación corrobora que en algunos casos las conductas antisociales y delictivas están asociadas a otras condiciones muchas veces no tratadas, como el trastorno de déficit atencional con hiperactividad, así como a trastornos emocionales (ansiedad y depresión). Cuando estas condiciones no se tratan debidamente, esos jóvenes rodeados de otros factores ambientales, como la pobreza y una familia disfuncional o desintegrada, desertan de la escuela, incrementándose el riesgo de que se involucren en actos ilegales. Por otra parte, los factores extrínsecos que aumentan el riesgo de desarrollar conductas delincuenciales son múltiples, pero entre los más relevantes destacamos a las familias cuyo progenitor padece de condiciones psiquiátricas, como depresión y bipolaridad; y padres con antecedentes criminales o algún tipo de adicción, en especial alcoholismo. El abuso físico y sexual en la infancia tiene alta incidencia en las conductas criminales a futuro, sobre todo de tipo violentas. Como se ha reiterado en muchos otros artículos, la familia es un factor tan importante que, según la teoría del control social (Travis Hirschi, 1969) el apego a la familia inhibe el crimen y la delincuencia. La calidad de las relaciones entre padres e hijos es fundamental; si la relación es cálida y afectuosa, el índice de delincuencia juvenil baja (R. Loeber y T. Dishion, 1992). Otro factor relevante, según la investigación de ambos, es el de las madres adolescentes. Según ellos,ser varón nacido de madre adolescente aumenta 11 veces la probabilidad de acabar siendo un infractor crónico. El riesgo aumenta cuando esa madre adolescente, además de vivir en condiciones de pobreza y ser soltera, es parte de una familia de gran tamaño. En enero pasado se reportó que en Panamá había más de 700 adolescentes embarazadas, cifra que debe ser considerada como caldo de cultivo para la proliferación de potenciales jóvenes con problemas de comportamiento criminal. La prevención y educación sexual en este tipo de población no solo es un antídoto directo sobre la vida de estas adolescentes, sino sobre el crecimiento de una población que presenta un elevado riesgo de desarrollar conductas antisociales y delictivas a futuro, como lo plantean los estudios.

Iván Samaniego

 

Los comentarios están cerrados.