¿Cómplices por omisión o comisión?:

No todos los actos abominables y reprochables tienen el mismo efecto en las personas, y menos en los gobiernos y en las organizaciones internacionales que ejercen un rol de vigilantes, llámese OEA, ONU etc. Los últimos atentados en Francia motivaron el horror mundial, no obstante, en África secuestraron a cientos de niñas, que luego fueron violadas, y miles de personas más han sido asesinadas a manos de los seguidores de un autodenominado líder, pero el mundo calla ante esa inaceptable barbaridad.

Para no irnos tan lejos, en Suramérica otro autodenominado líder socialista tiene al pueblo sumido en la miseria humana, mantiene a su país en una bancarrota permanente y ostenta el funesto récord mundial de personas asesinadas, pero el mundo sigue callado haciéndose cómplice, por omisión o por comisión.

Otro caso que nos llama la atención es la reconciliación entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba. Barack Obama le hace la oferta a los Castro, pero al final estos señores se saldrán con la suya como siempre lo han hecho, jamás darán nada por nada. Para ellos mantenerse hasta la muerte en el poder es su meta prioritaria.

Y qué escribir de nuestro acontecer nacional, acaso no tenemos tantos problemas en casa como para tratar de resolver los problemas fuera de nuestras fronteras. Es difícil de comprender cómo un solo abogado, de miles que laboran en nuestro país, tuvo la valentía de demandar ante la Corte Suprema de Justicia a los diputados que hicieron uso indebido de los dineros estatales en la campaña política.

Uno se pregunta: ¿y los demás abogados dónde están, no tendrán igual sed de justicia que su colega? ¿Se tendrá la voluntad política de hacer justicia con todos los elementos sustentantes que avalan dicha demanda?

A mi parecer, no quedaría en pie ningún diputado si se llegase a aplicar un fallo justo. A simple vista, no todos tenemos la misma sensibilidad para apreciar el mal y, una vez detectado, ponerle punto final antes de que nos coma vivos. Mucho más cómodo es montarse en el tren del continuismo y hacerse el chivo loco; más aún, cuando todo el mundo se hace de la vista gorda sin importarle las vicisitudes que sufra el vecino.

 

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