El revuelo que causó la noticia de que los periódicos del Grupo GESE, La Estrella y El Siglo salían de la Lista Clinton no dejó a nadie sin opinar, algunos con desatinos incontrolables, pero la mayoría con alivio, después de 17 meses de lucha sin cuartel, durante los cuales la fuerza laboral se redujo en más del 50 % y la que permaneció vivía en continua zozobra ante la incertidumbre de si tendrían trabajo el próximo mes.
El pasado 13 de julio se venció la última licencia concedida por la oficina del Tesoro de los Estados Unidos (OFAC) para que los diarios circularan sin restricciones estando en la Lista Clinton. Lo incongruente de todo el asunto es que el ‘logorreico’ embajador de Estados Unidos insistía, después de señalar al grupo Waked como el mayor lavador de dinero, que los diarios no estaban en la lista. Sin embargo, se sugería que el señor Abdul Waked se deshiciera de la mayoría de sus acciones para que se volviera a la normalidad. Con Félix B. Maduro, SoHo Mall y Balboa Bank se le puso una pistola en la sien para que vendiera esos negocios por una bicoca. La comisión que se formó cuando esto se dio a conocer, formada por el ministro de Finanzas, el de Comercio y el de Trabajo, repetía el estribillo de ‘velar por los puestos de trabajo’.
No importó que las tiendas la Riviera se fueran cerrando una a una en los diferentes países y que las que permanecen solo acepten efectivo, en un mundo donde el dinero plástico manda, sobre todo en los aeropuertos. Sí importó que las tarjetas de crédito funcionaran en la tienda Félix, a la que la mayoría de los panameños no tiene acceso, y de eso se aseguraron el mismo presidente y el embajador de marras. ¿Es que los que laboran en GESE no representan puestos de trabajo y estaba en riesgo no solo su continuidad sino el cierre del diario más antiguo del país y el tabloide que más circula?
A partir de julio, siempre con la confianza de quien actúa con la verdad, el periódico se fue reinventando, dejando de publicar los fines de semana para ahorrar papel, y muchos anunciantes, contra todo pronóstico, siguieron pautando y otros apoyando con suscripciones. No se podía permitir una agresión imperialista de esta índole.
El caso de GESE fue elevado a los más altos estamentos que tienen que ver con la libertad de expresión e información en el mundo y recibió un respaldo nacional e internacional sin precedentes. El presidente del grupo, Eduardo Quirós, se alzó por encima de cualquier presagio o crítica y lideró una lucha que no tiene parangón en la vida republicana, comparada en las proporciones guardadas, con la librada para recuperar el Canal de Panamá.
Las cosas se le empezaron a complicar al imperio a partir del fallo que exoneró a Nidal Waked de lavado de dinero –que nada tiene que ver con GESE— y las ‘razones para creer’ se fueron convirtiendo en ‘razones para dudar’ por varias circunstancias, entre ellas que en 17 meses no se ha levantado ni un solo cargo contra Abdul Waked.
Desde el vencimiento de la licencia, el señor Waked había enviado, a través de sus abogados, una propuesta a la OFAC porque había reiterado que ‘no iba a vender los diarios’, aunque de sus negocios, estoy segura, era el que menos dividendos le daba y cuidado y le costaban mensualmente.
La respuesta de la OFAC se conoció apenas la semana pasada en la que aceptaba la creación de una fundación que fuera la dueña del 51 % de las acciones. Seguramente fueron días largos de negociaciones y redacciónes, pero se logró y el lunes 23 de octubre se divulgó que el señor Waked donaba irrevocablemente no solo las acciones sino el inmueble y todo lo relacionado a la operación de los periódicos. El regocijo era inmenso. La noticia repicó en todo el mundo con el beneplácito de los organismos que velan por la libertad de expresión.
Hasta ahora, el Gobierno nacional no ha dicho esta boca es mía, lo que sí hizo la canciller hace meses para decir en forma tajante que ella no iba a ir a defender ante Estados Unidos el caso Waked, como si este no fuera panameño. Si en sus cándidos arrebatos al presidente Varela se le ocurre condecorar a Eduardo Quirós, por haber librado esa dura batalla, sin el apoyo gubernamental que por ley debieron haberle brindado, seguramente hará lo mismo con el embajador de Estados Unidos, para seguir con la lambonería. Sugiero que se cree un grado especial para este señor, cuya palabra seguramente mi editora no me dejará publicar, pero que todos se imaginan cuál es.
Mariela Sagel