Camarón que se duerme
El programa Crisol de Razas es tema muy espinoso y despierta apasionadas opiniones. La intervención en la Asamblea Nacional, sobre este programa, de la diputada Zulay Rodríguez –que algunos critican por demasiado impulsiva y desmedida locuacidad, pero que otros consideran osada y auténtica–, desató un vendaval de grandes proporciones al referirse como escoria a “los paisas” en prisión por delitos graves; y por desmandarse contra los recién llegados que, afirma, desplazan a los nacionales y, a otros, por dedicarse a actividades delictivas. Las discusiones sobre Crisol de Razas (que se volvió una coladera y está bajo investigación) siguen en el candelero; nuestras panameñísimas quejas caen sobre colombianos, venezolanos, dominicanos, nicas, chinos (si tienen los ojos rasgados se les llama chinos aunque no sean de China), indostanes (aunque sean paquistaníes, iraníes, libaneses, “de por allá”), judíos, etc. Sin embargo, en mis sondeos, los colombianos, venezolanos y dominicanos (en ese orden) despiertan más rechazo. De los colombianos molesta que pinten sus negocios con los colores de su bandera, que se han apoderado de la buhonería, que desbancaron a los muchachos empacadores de los supermercados, etc.; de los venezolanos, que son altaneros, engreídos y también se están apoderando del país; de los dominicanos que son escandalosos, “chancleteros” y que no hay sala de belleza donde no estén; los chinos y los indostanes son los menos criticados.
Idiosincrasia es: “Rasgos, temperamento, carácter, etc., distintivos y propios de un individuo o de una colectividad” (DRAE). En 2010 el abogado Ebrahim Asvat escribió en Bitácora (El Siglo) sobre la idiosincrasia del panameño; creo que sus apreciaciones sobre el tema serían lectura provechosa hoy que el mar de la nacionalidad (¿nacionalismo?) “está picado”; tal vez la primera reacción sería rechazar la opinión de Asvat; pero si se deja a un lado el resentimiento que causa el extranjero que viene “a fajarse” en un país tan lleno de oportunidades, tal vez encontraremos mucho de verdad en el escrito. Sería provechoso que en vez de señalar con dedo acusador nos miráramos a nosotros mismos para identificar las áreas en las que fallamos y “ponernos las pilas” para mejorarlas. Como dice Asvat, el extranjero ve “todas las oportunidades en nuestro país y nosotros somos los que sufrimos las penurias y andamos como ciegos en casa propia”; los que llegan de fuera “se trazan objetivos, acumulan capital, se someten a sacrificios personales en sus primeros años… En cambio nosotros aspiramos a ser empleados si no de la empresa privada, entonces del gobierno”. O a esperar el Carnaval para poner un puesto cuatro días, agrego yo.
La inevitable globalización nos dejó con dueños extranjeros las cervecerías Nacional y Barú, Cemento Panamá (Cemex), Estrella Azul, Bonlac, Pascual, Café Durán, etc. Pero a otros niveles no estamos haciendo gran cosa, excepto quejarnos y acusar. En cada esquina venden arepas; hay decenas de fondas que sirven ajiaco al son de vallenato, y cafetines con menú netamente venezolano con Alma llanera de fondo musical. Y está bien, somos un país cosmopolita, pero la tortilla de maíz amarillo, el almojábano, el chicheme, el sancocho panameño, entre otros, pierden terreno. Hace unas semanas el supermercado tenía yogur de chicheme. ¡Yogur de chicheme, ¿a quién se le ocurre?! Por curiosidad lo compré y no he dejado de comprarlo; qué alegría me causó la creatividad del negocio panameño que lo vende. ¿Parece una tontería, verdad? Pues no, es eso lo que nos está haciendo falta. Y ¡ay! el mal servicio al cliente es tema trillado. ¿Es culpa del inmigrante el mal servicio de nuestros meseros, que apenas si mascullan “qué van a pedir” sin antes decir buenas tardes? El cajero del banco al que fui hace un par de días no me miró a la cara ni un instante; si las cajeras de una renombrada farmacia me saludaran con un sonriente “buenos días”, me iría de espaldas de la pura emoción. Podría escribir un libro con situaciones similares. ¿Es que los patrones no los capacitan o es que así somos por eso que llaman “idiosincrasia”? En Economía (La Prensa 19/3/2015) leo que el Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral realizó 12 ferias en 2014; el jefe del Departamento de mano de obra afirma que hay vacantes de sobra pero los aspirantes “no se venden bien en las entrevistas, no son proactivos, creativos y responsables”; los call centers no consiguen personal calificado, “los trabajadores carecen de habilidades de comunicación” y resume el problema como “un problema cultural y de fondo”.
Panamá es un país privilegiado; en santa paz hemos incorporado múltiples culturas, somos un país multirracial. Grandes obras, como la construcción del ferrocarril interoceánico (1850-1855), las exploraciones y los intentos para construir el Canal de Panamá, logrado finalmente por los estadounidenses, trajeron oleadas de inmigrantes de diversas nacionalidades; hoy, la ampliación del Canal de Panamá, minas, megaproyectos viales, Zona Libre de Colón, el centro financiero, etc., son imanes que atraen a miles de extranjeros a nuestro dolarizado país. ¿Qué nos toca hacer? Mejor educación, principalmente. Y aprovechar este boom, que no se sabe cuánto durará, haciéndonos más creativos, más “busca la vida”, menos dependientes de la ubre gubernamental. Y ver las oportunidades que ven los que vienen de afuera. Camarón que se duerme… ¡se lo comen!