Desempleados, marginados en un sistema de injusticia social

Igual que el insecto de La Metamorfosis de Franz Kafka, los desempleados viven una marginación y creciente desprecio a medida que su situación se prolonga. Los que antes eran amigos, poco a poco se van alejando e inventan cualquier excusa para no toparse con el “enfermo desempleado”. Incluso los propios familiares se apartan como lo hicieron en pasajes de la obra antes citada, quizá para evitar un posible contagio. Basta saber que una persona no tiene empleo y su círculo de antiguos conocidos adoptará una actitud esquiva para evitar un saludo prolongado. “Disculpa, tengo una cita”, “otro día te veo”, “cualquier cosa, llámame”, son las frases conocidas para esquivar a la persona que tiene la cartera vacía y, como decimos en buen panameño, “el estómago pegado al espinazo”. Sencillamente, no es un humano elegible para nuestra atención.

A muchos desempleados no solo se les desprecia, sino que se les irrespeta como seres humanos, haciéndoles formar largas filas solo para que llenen una hoja de vida que nunca será tomada en cuenta. Sé de personas sin empleo a las que, a pesar de tener a conocidos con influencia en instituciones del gobierno, se les contesta con mentiras encubiertas, solo por no tener la valentía de decirle la verdad, y se les hace pasar por un sinnúmero de vicisitudes.

Una sociedad en la que impera la competencia desleal, el éxito económico y el consumo de objetos de lujo no tolera a los mendigos o alcohólicos en las calles porque primero está la imagen, no el factor espiritual. Lo prioritario es tener una ciudad pulcra y eliminar todos aquellos elementos que la hacen lucir mal. Resulta irónico que un país que tanto pregona la bonanza económica con sus obras de infraestructura, su pluralidad de bancos y sus enormes edificios de cristal “antisismo”, no posea un dormitorio municipal para los sin techo, ni comedores para los que no pudieron conseguir un dólar, ni programas responsables de resocialización del adicto. ¡Que pidan limosna! No hay comedores para los pobres, pero sí proyectos gastronómicos ambiciosos para atraer el turismo. Debieran colocar un gran letrero en la entrada que diga: “Bienvenidos sean, si pagan”.

A los drogadictos o llamados “piedreros” se les recoge cada vez que una autoridad municipal recuerda que existen, porque se avecina una cumbre y hay que limpiar la casa. Mientras tanto, ellos pululan por doquier en la urbe, formando incluso verdaderas comunidades de narcodependientes. Hoy día, al que pide para comer, aunque no consuma drogas, también se le etiqueta con el epíteto despectivo de “piedrero”. Es la forma como la sociedad hedonista descalifica a los que ya no les son útiles.

Verdaderamente, conseguir un empleo no es un asunto tan fácil como algunos piensan. Primero se requiere de un familiar o amigo (a) muy cercano que esté en un puesto de decisión en el gobierno o la empresa privada, lo que tradicionalmente se conoce como “ palanca”. Segundo, si aspiras a un puesto gubernamental debes estar inscrito en el partido en el poder y haber mantenido un nivel de “lealtad” comprobada con la directiva. Como si el hambre y las necesidades fueran derechos exclusivos de los que están inscritos en un partido, y no de un derecho humano. Muchos empleadores también piensan que ofrecer una vacante es hacer un favor que más adelante debe ser devuelto de alguna forma. Es fácil decir que “el que no consigue trabajo es porque no quiere”, cuando se tiene la estabilidad económica para decirlo.

A pesar de que oficialmente se sostiene que el desempleo ha disminuido, lo que se respira en la calle es otra cosa. A menos que se esté utilizando el empleo informal como una cifra alentadora, incluyendo a los extranjeros que han venido a Panamá a ejercer la “buhonería”. Un desempleado que no tenga siquiera sus necesidades básicas resueltas no pensará en estudiar o cultivar actividades como la poesía o la literatura. Si su perfil no es el adecuado para la demanda, seguirá pasando hambre. En esta perspectiva sobre el problema del desempleo no hay políticas distintas, tampoco funcionarios o partidos diferentes, solo hay dos tipos de seres humanos: Los que entienden el dolor ajeno y tratan de remediarlo, y los que miran para otro lado, porque no es su problema.

 

Los comentarios están cerrados.