Rarezas De La ‘Justicia’ Panameña:

aquellas tareas inútiles que no vale la pena emprender. Lo más seguro es que esta sea una de ellas, pero a veces escribir nos da la oportunidad de expresar nuestro pensar sin interrupciones verbales inmediatas, que muchas veces degeneran en discusiones poco fructíferas.

No obstante, en la opinión de este humilde servidor, el tema que voy a tocar no merece discusión alguna, pues los hechos hablan por sí solos, y aún aquellos que contamos con un limitado nivel de perspicacia podemos percatarnos de lo que sucede en materia de “justicia” en Panamá.

En los últimos meses los procesos judiciales que se le siguen a los responsables de los hurtos de los recursos del Estado (término que en nuestra alta sociedad se conoce como peculado, desfalco, malversación de fondos o lesión patrimonial), durante la pasada administración gubernamental, han causado revuelo en los medios de comunicación social, al punto de que hasta parece una competencia por ver cuál de todos es capaz de causar más sensación. No son casos fortuitos, sino un mal de vieja data.

Todos sabemos el inexplicable origen de las grandes fortunas. No obstante, por alguna extraña razón, esta vez se le ha dado una publicidad sin precedentes a algo que ha sucedido a lo largo de toda la historia de este país, y que solo cambiará el día que estemos dispuestos a desechar nuestras conciencias inservibles y entendamos que el daño que nuestras acciones le causan al país nos perjudican a todos, especialmente a la clase trabajadora. Que, por cierto, esta la conforma la mayoría de los ciudadanos del país y es la que elige a los gobernantes (algo para reflexionar). Sin embargo, toda la publicidad que se le hace a los actos criminales, sumado a una clasista administración de justicia, no hacen más que causar frustración entre la población sedienta de verdadera justicia. Incluso hasta se da a entender que hurtar es un acto punible solo si se hace en pequeñas cantidades.

Es bien sabido que el ser humano aprende a través de los ejemplos. Por ende, no es de sorprender que cada vez haya más compatriotas que se pregunten si la honradez, de verdad, vale la pena, y opten por imitar lo negativo, pero circunstancialmente lucrativo, pues al final de cuentas la severidad del castigo parece ser inversamente proporcional a la magnitud del crimen.

Es curioso, mejor dicho ridículo, que devolver una pequeña fracción de la cuantiosa suma de dinero hurtada sea causal suficiente para otorgarle casa o país por cárcel a alguien para que disfrute cómodamente de la cuantiosa diferencia.

De hecho, el país por cárcel es lo que la vasta mayoría de los panameños vivimos, pues nuestros limitados recursos (producto de la extrema inequidad económica imperante en Panamá) nos impiden viajar al exterior y en muchas ocasiones ni siquiera alcanzan para visitar el propio país.

Por otro lado, parece que lo que se busca con todo este show es hacer que los implicados salden su deuda con la sociedad mediante “castigos” absurdamente misericordiosos.

Por ende, pienso que si el actual gobierno no hace justicia con objetividad, mediante la expropiación de lo hurtado y el encarcelamiento (en verdaderas prisiones) de los culpables, es mucho más responsable que no se informe a la población de lo que sucede.

Al final de cuentas, todo lo que queda es un sabor a impunidad, de ver cómo desangran al país, y como suele suceder se exime a los responsables de alto extracto social, a pesar del enorme perjuicio económico para los que aquí residimos. Recordemos que muchas veces el camino hacia la felicidad está en la ignorancia.

 

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