Y dónde está la ética

A veces los seres humanos pensamos. No sé si es bueno o malo, porque puede llevarnos a la angustia y de allí a la impotencia y a la frustración; pero como somos los animales que nos chocamos varias veces con la misma piedra, seguimos pensando y, en ocasiones, cometemos el atrevimiento de expresar por escrito u oralmente lo que pensamos, a sabiendas que a los que imitan el pensamiento de otros les fastidia que exista personas con criterios diferentes.

La ética debe ser la base sobre la que se edifica toda sociedad que aspire vivir en paz. El vocablo ética proviene del griego Ethikos, ‘costumbre moral ', y el diccionario de la Real Academia de la Lengua lo define como ‘recto, conforme a la moral '. Quisiera que alguien me preste un buen reflector para encontrarla, porque con el que tengo no la veo por ninguna parte.

El camino que ha tomado la humanidad n os llevará muy pronto a la hecatombe. Los geofísicos nos han dicho que el agua en el centro de la Tierra se está agotando; la del subsuelo está contaminada; los plásticos ocupan miles de hectáreas en los océanos y su degradación toma cientos de años; el aire que respiramos está viciado; la deforestación continúa galopando; las hidroeléctricas campean sin control; una gran cantidad de alimentos que ingerimos a diario son tóxicos, etcétera. Todo producto de la destrucción del ambiente para satisfacer ambiciones personales. Pero esa degradación no se limita al ambiente: ya ha penetrado en la esencia de los seres humanos, para quienes el dios dinero es el objetivo central de vida. Se roba por dinero, se mata por dinero, se corrompe por dinero, se cometen actos ilícitos solo para enriquecer bolsillos. No hay profesión y oficio en que algunos o muchos de sus miembros no hayan caído en esta degradación. Se nos evalúa por lo que tenemos y no por lo que somos o hacemos.

Vivimos en un mundo en el que cada seis segundos se muere un niño de hambre, mientras que hay personas con fortunas que superan los 60 000 millones de dólares. En Panamá, la pobreza estructural es de 37 %, la mitad de los cuales no tiene dinero ni para satisfacer las necesidades básicas, en tanto hay grupos y personas que alardean poseer bienes por el orden los 6000 millones de dólares o más. Me pregunto ¿dónde está la ética? Nos hemos olvidado de aquella frase lapidaria de Balzac: ‘Detrás de una gran fortuna hay un delito ', pero eso no lo vemos o no lo queremos ver. Al contrario, los queremos superar o, al menos, imitar. Por otra parte, Jean Paul Sartre decía que legal y legítimo no siempre caminan juntos: las leyes son hechas para favorecer a pocos.

El problema más grave que veo, aparte del endiosamiento del dinero, es la ausencia de instituciones de referencia. En nuestro país, por Constitución, el Órgano Judicial es el encargado de administrar justicia, pero como es un hecho probado, es lo más corrupto que hay. A las demás instituciones cívicas y religiosas también las está carcomiendo el maligno flagelo de la corrupción y, aquellos de sus integrantes que encuadran sus vidas dentro de los marcos éticos, se encuentran con que sus espadas chocan contra los molinos de viento.

La pregunta que surge es ¿qué hacer para enderezar el timón? Y ¿por dónde empezar? Decimos que por la familia, pero resulta que las familias son el reflejo de la sociedad: disfunciones; niños huérfanos con padres vivos, como dicen los psicólogos; maltrato de todo tipo, malos ejemplos y un largo etcétera. Por los niños al ingresar a los centros escolares, dicen otros; ¿pero los que se encargan de dirigir la docencia son personas marginadas de esta degradación cultural? No existen ni puntos de referencias ni centros de orientación y el cambio cultural requiere años, pero ‘un viaje de cien leguas empieza con un paso '.

Lo primero que debemos hacer es identificar el problema: el derrumbe de los valores éticos de la sociedad y lo pernicioso que eso implica en el accionar de los seres humanos. Si lo vemos así, el segundo paso sería unirnos los que queremos dejarles a las futuras generaciones, al menos, semillas de valores. Si la indiferencia, el oportunismo, la bobolización y el temor continúan siendo nuestros patrones de conductas, entonces, queridos lectores, esperemos con alegría la hecatombe que está a la vuelta de la esquina.

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