Un país en bancarrota política
Es lamentable que una población sea el hazmerreír de los políticos, empresarios corruptos y de algunos pensantes (científicos e intelectuales), que se prestan al juego de la politiquería y el vandalismo emocional, torturando pasivamente a la población.
La democracia se convierte en un mito en el que descansa la musa del poeta, el horizonte del náufrago, la religión de un detenido y el hambre de un pueblo desesperado, con ansias de pan, salud y educación. Somos un país en bancarrota política. Activistas de diferentes partidos ostentan de credibilidad, honestidad y transparencia. Todo es falso, pues no existe aún un gobierno que se atreva a actuar con equidad, apego a la ley y justicia social.
Aplaudimos el matraqueo perverso, al déspota y al ladrón de cuello blanco, sicarios de la economía del pueblo y de las arcas del Estado. Los premiamos con un voto de confianza a cambio de una bolsa de comida, durante su campaña politiquera, y nos sentimos agradecidos cuando nos saludan. Quienes malversan el patrimonio del Estado cuentan con todos los recursos, dentro y fuera del gobierno, para no ser procesados, pero al hijo de Juana, por una multa de tránsito sin pagar, lo ridiculizan y arrestan.
Vemos cómo se agotan las boleteras de los agentes de la Autoridad del Tránsito y Transporte Terrestre en los vehículos estacionados en los alrededores, predios o aceras cercanas a los hospitales, principalmente, cerca del Instituto Oncológico Nacional, como un incentivo o premio por padecer cáncer, una enfermedad terminal. Así de inhumano es nuestro sistema. Sin embargo, no hay controles para quienes utilizan, a su antojo, los recursos del pueblo, sean estos vehículos del Estado, con placas encubiertas o particulares, o vehículos alquilados.
La información que ahora acapara las redes es el uso de personal pagado por el Estado para pasear a una mascota, por lo que el señor presidente, públicamente, le solicitó a la responsable “que ponga su cargo a disposición”. Se trató de una burla a la población, principalmente, a aquellos que amparados en las leyes especiales, como las de discapacidad, han sido destituidos por ministros, directores o gerentes del gobierno. No hay equidad ni justicia social.
En la Asamblea Nacional circula una lista de 26 ciudadanos aspirantes a defensor del Pueblo, pero desde hace mucho se baraja el nombre del que ocupará el cargo. Otro engaño más. Duele ver ahí algunas caras conocidas de verdaderos defensores (as) del pueblo que de forma anónima se enfrenta a la injusticia social y gubernamental. Ellos han sido perseguidos y deben medir sus pasos para evitar los pasadizos resbalosos y amañados de los corruptos.
Este pueblo merece respeto, por desdicha, mientras la población mayoritaria, conformista y sumisa, mantenga la actitud de que otro logrará su anhelo por él, más temprano que tarde quedaremos a merced del gran poder económico y seremos extranjeros empobrecidos en nuestra tierra, porque el país está en bancarrota política. ¡Dios te salve, Panamá!