Un compromiso es con la verdad

Siempre que pasan varios días de asueto, parte de la población, los que están al tanto de los asuntos que mueven los destinos de la sociedad, reanudan las labores pendientes de aquellos temas que les son de mayor interés. Queda, por ejemplo, la selección del defensor del Pueblo por parte de la Asamblea Nacional; que deberá tomar posesión de su despacho este próximo viernes 1 de abril. Ya sabemos que el tema de las reformas electorales quedará para los próximos meses. Hay problemas con el agua y las medidas que quedan por tomar en medio de los efectos del fenómeno de El Niño. Y así, otros temas.

En el ejercicio de presentar los temas para ilustrar a la ciudadanía sobre los beneficios o las desventajas de la variedad de asuntos que se mueven en las esferas de la cosa pública, los medios, los periodistas y los formadores de opinión, siempre han tenido un papel fundamental que desempeñar. Presento algunos párrafos ya publicados anteriormente, y agrego nuevas observaciones, enfatizando que hay mucho que se puede mejorar en el ejercicio de la comunicación institucional y la comunicación social en general.

Por décadas el concepto de comunicación del Estado erróneamente se ha enmarcado primordialmente en la difusión de las actividades del Gobierno de turno. La Constitución de la República de Panamá es bien clara. La administración del Estado recae sobre tres órganos vitales: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, por lo que la comunicación del Estado, basada en esta definición, debe encarar la tarea obligatoria de manejar las comunicación de estos tres órganos con el resto del país y con la comunidad internacional. Es entonces justo entender que la Secretaría de Comunicación de la Presidencia de la República es, en esencia, la Secretaría de Comunicación del Gobierno (Ejecutivo).

La comunicación del Gobierno encierra, entre sus aspectos más importantes, la relación constante con los grupos de interés que va más allá de las relaciones con los medios o las relaciones públicas. La comunicación moderna de un Gobierno o de un Estado debe tomar en cuenta la necesidad de formular una política de comunicación coherente y bien planificada. De establecer canales interactivos y relaciones en áreas tales como: la comunicación interinstitucional, la comunicación internacional, la comunicación con el Órgano Legislativo y el Órgano Judicial, con la comunidad, con los órganos de Gobiernos locales, los sectores políticos, el sector privado, etcétera.

Se deben definir las estructuras de comunicación de arriba hacia abajo e interinstitucionalmente: ¿qué institución, por sus objetivos y responsabilidades, necesita que haya una estructura de comunicación más abarcadora o más reducida?, ¿en qué instituciones se necesitan relacionistas públicos?, ¿en cuáles se necesitan periodistas, si es que se necesitan?, ¿es estratégico nombrar a periodistas en las direcciones de comunicación de las instituciones?, ¿cuentan los asignados a estas posiciones con una visión moderna y científica de la comunicación institucional u organizacional?

Lo que aportan los periodistas al esfuerzo de comunicación gubernamental es su relación con su gremio: eso es útil y positivo para la institución —no sé si concuerda con su papel fiscalizador de los asuntos que la sociedad vive, entre esas los asuntos de Gobierno y Estado—. En el proceso, tal cual ocurre ahora, comprometen su objetividad periodística futura y el balance crítico que como profesionales deben tener.

Por otra parte, y sin entender para qué (cuando en su mayoría las instituciones ya tienen una oficina de comunicación), hay evidencias de una práctica de contratar a periodistas o formadores de opinión como ‘asesores externos ' para el manejo de temas institucionales, a fin de que ‘puedan ser comunicadas al público con efectividad '. Cuidado con esto. Aquellos periodistas o formadores de opinión que llevan a cabo estas tareas bajo el manto de la asesoría, comprometen su independencia de opinión al momento en que deben pronunciarse en otras esferas sobre el desempeño de la empresa a la cual le brindan esa llamada ‘asesoría'.

Se sabe que no todo lo que se difunde de una gestión y a nombre de la institución es la verdad. Muchas veces la información contraria a la oficial es más creíble. Los comunicadores ‘asesores ' deben ser responsables en el manejo de la información: principalmente en los temas que son de profunda preocupación nacional. El compromiso es con la verdad, ante todo, por difícil que sea.

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