Sobre El Perdón Y La Justicia
La Invasión de 1989, marcó un antes y un después de la historia de Panamá. Si bien es cierto las circunstancias han cambiado y estamos menos divididos que antes, nuevas amenazas a la institucionalidad democrática y la pacífica convivencia, están latentes. Hoy las amenazas son otras, como la inseguridad pública, la profunda desigualdad e inequidad social y la falta de una mejor calidad de vida y servicios básicos oportunos y eficientes para todos los ciudadanos y residentes en Panamá.
Ahora se trata de enfrentar la corrupción con la decencia. Y construir un país sin prejuicios ni divisiones; que el desarrollo llegue a los que siguen viviendo en condiciones desfavorables. Sin duda hemos avanzado mucho, pero la mora y la dilación siguen siendo una grave falla del sistema de administración de justicia. Lo cierto es que no puede haber paz social sin justicia hacia todas las víctimas y sus familiares. Creo que es lo equitativo para cualquier ciudadano que lucha por sus derechos, los cuales son inalienables.
La pregunta que nos debemos hacer es si los panameños hemos o no superado la división entre hermanos y los traumas que hemos vivido a lo largo de los últimos 47 años. Hoy, todavía algunos pregonan ‘Ni olvido ni perdón'.
¿Podremos entre todos los panameños, quienes sufrimos, de una forma u otra, las heridas de todos esos años, incluyendo las de la invasión y los que entonces aún no habían nacido, proponernos perdonar y olvidar? ¿Cómo pedirles a los familiares de las víctimas, que ellas hayan sido olvidadas por las siguientes generaciones o que su muerte haya sido en vano? Y, por supuesto, ¿será posible encontrar Justicia, en donde se le dé a cada uno lo que le corresponde y merece?
Pues resulta que ha habido, por partes interesadas, o un silencio bochornoso, o como dice el cantautor cubano Silvio Rodríguez: ‘Cada parte cuenta lo que cree, como también suele contar hasta donde le conviene' sobre los antecedentes, los hechos reales y las consecuencias, de todo ese período. Los panameños aún tienen sentimientos encontrados de su propio comportamiento, dividiendo a las familias. Muchos jóvenes, sobre todo menores de 30 años, no tienen una conciencia clara al respecto de ese pasado, que muchos adultos aún no logran superar.
Ahora más que nunca, los panameños debemos reencontrarnos entre hermanos, estar unidos y resolver las diferencias pasadas. Ahora más que nunca, es la oportunidad propicia para poder ubicarnos entre las naciones del mundo que luchamos por superar las desigualdades y garantizar el bienestar para todos nuestros ciudadanos. Hemos hablado mucho sobre estos asuntos con mi hermano, el sacerdote Nicolás Delgado Diamante, respecto a cómo definir los criterios en relación a estos dos temas: perdonar y olvidar.
Y él ha mencionado un pasaje de la Biblia al respecto. Del Sermón de la Montaña, Evangelio de Mateo, Capítulo V, versículos 22 a 24, cuando Jesucristo sentenció: ‘Por tanto, si al tiempo de presentar tu ofrenda en el altar, allí te acuerdas que alguien tiene alguna queja contra ti, deja allí mismo tu ofrenda delante del altar, y ve primero a reconciliarte con ese hermano, y después volverás a presentar tu ofrenda'.
No creo haber hecho nunca nada de lo cual arrepentirme ni daño intencional a nadie durante mi vida personal o como profesional. No obstante, es posible —como se indica en la Biblia— que alguien pueda tener alguna queja contra mí. Por ello, en mi libro sobre la invasión de 1989, pedí perdón a todos los que pudieron haberse sentido o verse afectados por mis acciones u omisiones. En todo caso, ellas nunca tuvieron la intención de afectar a nadie en nuestro país o en lugar alguno. Respecto al tema de la Justicia, tampoco me corresponde juzgar a nadie. El pueblo, con su inmensa sabiduría, sabrá hacerlo en su justa dimensión.
En la coyuntura actual, mantener la libertad y la democracia en Panamá, debe ser la tónica permanente en la mente y corazones de los panameños conscientes de la importancia de la preservación de las libertades y derechos individuales y colectivos de todos los habitantes del país. Ser mejores ciudadanos debe ser la consigna.
Los panameños, que siempre sabemos salir de las dificultades y crecernos sobre las calamidades, hemos logrado sembrar los cimientos de un futuro mejor. Ese futuro es nuestro. Luchemos por alcanzarlo entre todos los panameños, como hermanos. Esa es la batalla que debemos librar, por una vida digna y en igualdad de condiciones para todos.