Sobre El Día Del Abogado:
Se designó el 9 de agosto para rendir tributo a Justo Arosemena Quesada, gran jurista, estadista, economista, codificador, reformista, historiador, escritor, político, profesor, orador y diplomático. Desde hace años sostengo que hay tres personajes que tienen el país revuelto: los malos periodistas, los malos políticos y los malos abogados. En mi calidad de comunicador social he escrito sobre los grandes yerros de quienes buscan, procesan y difunden informaciones. Mi experiencia me ha llevado a conocer excelentes abogados (muchos) y a tratar con verdaderos tiburones de esa profesión (pocos). He participado en dos actos en los que el denominador común son los hombres y mujeres de leyes. Primero, durante el lanzamiento de la campaña de quien aspiró a dirigir los destinos del Colegio Nacional de Abogados, me refiero a Carlos Lee. El segundo, al aportar conocimientos en materia de protocolo y organización, al inicio de la Semana del Derecho de la Universidad Interamericana de Panamá. En ambos me referí a las aportaciones que hizo san Alfonso en el siglo XVIII. Personaje que antes de entregarse a la pasión cristiana, fue un exitoso abogado. Cuentan que jamás perdió un caso, siempre tuvo a la verdad de su lado y solo defendía causas justas. Aconsejaba: “No es lícito jamás aceptar causas injustas, porque son perniciosas para la conciencia y el decoro”. Hoy vemos cómo ciertas figuras del foro legal se empeñan en defender a clientes culpables. ¿Será que más pesa don dinero que doña integridad?
Decía san Alfonso que: “no se debe cargar al cliente con demasiados gastos, teniendo la obligación de restituir lo no necesario”. ¿Habrá algún caso en que el abogado le dijera al cliente que hubo ahorros en el proceso, por lo tanto, le devolverá el excedente? Aconsejaba también no defender causas por medios ilícitos: “Es necesario el estudio de los procesos para sacar de ellos los argumentos precisos para la defensa de la causa”. Muchos fallos adversos al cliente nacen en la poca preparación de la defensa. Las múltiples ocupaciones del letrado impidieron su preparación.
Por otro lado, están los llamados defensores de oficio, quienes a veces solo van a cumplir con un requisito y se olvidan que la libertad o el patrimonio de una persona están en juego. También vemos que muchos abogados hacen declaraciones de los casos que llevan. De repente uno siente que tiene muchas responsabilidades con múltiples clientes. Frente a ello, san Alfonso decía: “No es digno de elogio un abogado que acepta muchas causas, superiores a sus talentos, a sus fuerzas y al tiempo que frecuentemente le faltará, con el fin de prepararse para la defensa”. “Un abogado que pierde una causa por negligencia suya está obligado a reparar los daños”. Esta sí es una perla. Me gustaría saber si aquí hay algún abogado que haya reparado los daños a su cliente debido a su negligencia. En el ejercicio de su profesión, según san Alfonso, el abogado debe ser verdadero, sincero, respetuoso y razonable.
Dirijo estas líneas a los hombres y mujeres que ejercen el derecho, en especial a los cientos de estudiantes que se preparan en las universidades. Ellos salen casi inmaculados, pero, al igual que los periodistas, muchos se dañan y eligen caminos torcidos. Recuerden que para ser abogado deben tener en cuenta estos requisitos: ciencia, diligencia, verdad, fidelidad y justicia.