Sin perder pisada
En estos días un par de lectores me hizo notar que en esta columna no me estoy ocupando, como debería, del expresidente Ricardo Martinelli y su séquito de cómplices presos, fugitivos, escondidos o con casa o país por cárcel. Que no lo haya hecho no significa que les esté perdiendo pisada, les aseguro que me mantengo al día. Por eso creo que exceptuando a los que están “privados de libertad” (ya no debe decirse “presos”) los otros, en casita, no deben estar pasándola mal; y Martinelli en Miami, a juzgar por las fotos que he visto, viviendo la dolce vita tal como la vivía en Panamá. A pesar de que sus seguidores lo invitan a regresar triunfante al frente de una apoteósica caravana, parece que la escuálida asistencia a vigilias y convocatorias de su partido y amistades no lo convencen, no le dan la seguridad que necesita para venir a probar su total inocencia y que fueron sus subalternos los que, a espaldas suyas o malinterpretando sus instrucciones, hicieron los chanchullos. Sus “socios”, que por razones obvias ahora son examigos, entre ellos Virzi, Salerno y algunos otros, tampoco la están pasando mal; hasta “empiyamados” pueden seguir tan campantes atendiendo sus negocios y haciendo vida social en casa. Chichi de Obarrio, con paradero desconocido, ese sí que debe estar pasando páramos para camuflarse allá donde sea que está. El caso Financial Pacific (FP), tiene hechos tan siniestros como la desaparición de Vernon Ramos, oficial de la Dirección de Supervisión de la Superintendencia de Mercado de Valores, desaparecido desde el 16 de noviembre de 2012, hace hoy tres años, mientras investigaba irregularidades millonarias detectadas en los movimientos de la casa de valores FP, caso en el que apareció el nombre de Martinelli en relación con acciones de Petaquilla Gold y la cuenta High Spirit. De los señores West Valdés e Iván Clare, principales de FP, solo se sabe si aparecen en algún evento social o deportivo. ¿Por qué se mantiene en el limbo un caso con elementos de codicia, información privilegiada, fraude, un desaparecido, política y poder? Un caso que serviría hasta para un filme nacional tipo Wall Street (Michael Douglas).
Una de las razones para no ocuparme más de tantos delincuentes es que los nombres y los delitos se me enredan; son tantos que por error podría incluir a Martinelli en la turbia compra de llantas del PAN y eso sí que no; en ese negocio “meto las manos en el fuego” por él, porque de las llantas no le tocó“mocha”; allá en Miami debe estar craneando cómo va a cuadrar con Rafael Guardia Jaén (el único, hasta ahora, que ha admitido sin tapujos sus delitos) que lo “pasara por manteca”. ¡Qué insolencia! Por otra parte, los latigazos verbales en las redes sociales contra la camarilla de pillos, Martinelli el favorito, han agotado cuanto epíteto merecido registra el diccionario; en los tuits nacen verdaderas joyas de creatividad lingüística criolla, aunque algunos, y es lamentable, recurren a la palabra soez; tal parecen escritos por niños de los que gozan escribiendo palabrotas en las paredes de los baños. Vista la piel de lagarto que reviste la vergüenza (o por ausencia de vergüenza) de los que nos saquearon sin asco ni medida, sigo confiando en el trabajo que está haciendo la Procuraduría General. Es la primera vez en la historia de Panamá que la justicia parece estar encontrando su rumbo; pese a las fallas humanas y del sistema, manejar esta nueva experiencia, compleja e inédita por el alto perfil de los implicados y la multimillonaria telaraña de robos, no es asunto de “soplar y hacer botellas”.
Los medios han jugado un papel determinante, tanto en las investigaciones como en la divulgación de los delitos cometidos durante el quinquenio Martinelli. Queda demostrado que la presión de la opinión pública de grupos organizados de la sociedad civil y del pueblo en general, debidamente conducida, es esencial para marcarle el camino a un gobierno. Desatender esas opiniones es error que cometen los que están en el poder. Anunciar que no se divulgaría la lista completa de candidatos a magistrado de la Corte Suprema de Justicia fue un “patinazo”. Hoy cabe celebrar que la presión de la opinión pública surtió efecto y llevó al presidente Varela el mensaje de que estaba en duda la transparencia de su gobierno en la escogencia de dos magistrados. Que el presidente haya rectificado su posición es buena señal; indica que valora la opinión pública, no solo la de sus consejeros y políticos. Esa atención a la opinión pública es la que no ha mostrado el magistrado de la Corte Suprema, Jerónimo Mejía, casi en estado catatónico en lo que concierne al caso Martinelli. Haría bien en seguir el ejemplo de Varela para acabar con la suspicacia que despierta su inacción.
Ningún gobierno puede satisfacer las necesidades de todos los estratos de la sociedad. Siempre habrá descontentos. No hay gobierno que pueda cumplir con las exigencias o necesidades de los diferentes grupos de la sociedad. Pero el gobernante que opta por ignorar la opinión pública tendrá que vérselas con un pueblo que entorpecerá su gestión. Winston Churchill, el gran político británico, dijo: “La democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás”.