Si Varela se atreviera

Solo los que forman parte del “círculo cero” del presidente, los que creen estar cerca de ingresar, y aquellos obnubilados que detestan, visceralmente, a Ricardo Martinelli, aún guardan una opinión favorable acerca del gobierno que desarrolla Juan Carlos Varela. No obstante, la gota que derramó el vaso de la frustración mayoritaria fue la reelección del magistrado más cuestionado que hay en la Corte Suprema de Justicia (CSJ).

La crónica del cinismo comenzó en la CSJ, con la propuesta que hizo el seleccionado de Varela, secundado por la otra seleccionada, quienes, sin recato, votaron por José Ayú Prado. La desfachatez de esta reelección reveló lo que la mayoría no quería ver. Que Ángela Russo y Cecilio Cedalise no acreditan independencia para ser magistrados. De ahí el voto insensato de Cedalise, asesor de uno de los ministros más allegados a Varela, y de Russo, por estar vinculada, a través de su esposo, al círculo cero presidencial.

Esta podredumbre le abrió los ojos a muchos, y reiteró la desconfianza que ya otros teníamos del presidente. Es grave aunque la ciudadanía no haya tomado conciencia del alcance de esa revelación  lo señalado por José Blandón Castillo, actor normalmente bien informado, quien denunció que Ayú Prado fue reelegido con la complicidad del presidente Varela, mediante el secretario del Consejo de Seguridad, que armó su reelección.

A raíz de todo esto, hasta una distinguida pariente de la vicepresidenta (que había defendido al gobierno) tuiteó que le daba “asco” lo sucedido, manifestándose muy defraudada, y el fundador de este diario, quien le daba el beneficio de la duda al gobierno, en varios intercambios conmigo en las redes sociales, también rompió palitos. Esto es muestra de hasta dónde ha descendido la administración Varela. Él tiene una buena oportunidad de no pasar a la historia como otro más de los presidentes que han defraudado al país que lo eligió como mandatario, no como mandamás. Para eso debe reflexionar y entender que estamos en una crisis política profunda que nadie sabe en qué terminará.

No obstante, de forma irresponsable, él sigue en sofocantes giras por el país, inspecciona obras, entrega órdenes de proceder y defiende lo que hacen sus allegados. Esto ha obligado a la Secretaría de Transparencia a poner el dedo en la llaga y evidenciar los casos de nepotismo y de fraccionamiento de contratos. La institucionalidad no existe, y los tres órganos del Estado están sumidos en una degradación profunda.

Ante la profundización de la crisis, le recomiendo al presidente para que no quede como otro badulaque político que haga un examen de su gobierno y luego, si se atreve, conforme un gobierno de “unidad nacional”, pero no con los mismos que han generado la crisis, sino con los más íntegros, aptos e ilustrados de la sociedad civil: con los independientes y los que conforman la base de los partidos que no hayan sido parte de esta degradación.

Tal gobierno debe ser de transición, camino a darnos una nueva república, y no debe tomar más de dos años. Para esto debemos instalar una constituyente, convocada con el pueblo a través de un referéndum que la legitime. Se elegiría a los constituyentes con un estatuto concertado por el gobierno de unidad y convalidado en el referéndum.

Los constituyentes, posesionados, disolverían la Asamblea y nombrarían a los magistrados de la CSJ ad interim. La función legislativa la ejercería una comisión de los propios constituyentes mientras dure el proceso, que no debe pasar de seis meses o, si es necesario, con una sola prórroga de dos meses.

Mientras sesione la constituyente debe haber un proceso de educación democrática liderado por ese gobierno de transición, para educar al ciudadano y que este no sea, nunca más, pasto de maleantes metidos a políticos.

En dos meses, como máximo, completado el nuevo texto constitucional se iría a referéndum para aprobar o improbar la constitución propuesta. De aprobarse, en no más de seis meses se realizarían elecciones generales para elegir a las nuevas autoridades, que deben tomar posesión 15 días después de proclamados los electos.

Los integrantes del gobierno de transición y de la asamblea constituyente harían un juramento de no participar de la elección o nombramiento como autoridades salidas de la nueva constitución.

Si Varela se atreviera a hacer un proceso así, o parecido, pasaría a la historia como un adalid de la democracia. Si no lo hace, el presidente que se elija en el año 2019 si el caos permite llegar allá debe desarrollar algo similar. Es hora de comprometerse y de actuar con desprendimiento…

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