Se requiere una corte constitucional

Hace siglos, nuestro país viene de tumbo en tumbo. Muchas leyes se hacen según el partido político de turno. La justicia se acomoda de acuerdo con el presidente, magistrados, diputados, ministros o similares, etc. Porcentualmente, la cantidad de delincuentes en las cárceles es inferior a los que de forma abierta utilizan las leyes para su beneficio.

Nuestra república nació con una distorsión social inexcusable, que nadie ha querido corregir. Los compromisos de campaña son violados, olvidados o robados. La historia nos cuenta anécdotas del compadre pobre y del compadre rico, en que el pobre se “encompadra”, inocentemente, para estar más cerca del gran señor, pero el compadre rico, perversamente, lo hace para hacer más fácil la explotación del pobre.

La historia se repite en espiral, producto del clientelismo y la deshumanización del ser humano, cada vez en mayor proporción, diferentes grados y niveles. Se cultiva el clientelismo político para hacer a nuestra población autómata al momento de emitir el voto. Quizás por esta razón, hay delincuentes hasta en la Asamblea Nacional y en la Corte Suprema de Justicia (CSJ), que procuran autoprotegerse de la justicia, mediante la creación de leyes de blindaje.

El pueblo panameño es manso, pero no menso, y despertará de este letargo. Por el momento, sufre amnesia por la impotencia ante la corrupción política, administrativa y las leyes que funcionan de forma selectiva.

Por su parte, la CSJ se desprestigia cada vez más. Sus fallos dejan mucho que decir, algunos contradictorios de casos juzgados con antelación. Hoy su tinte es más oscuro, con su exmagistrado presidente preso; otro renunciado, después de serias acusaciones, y otros que, por respeto a la población, debieron aprender a conjugar el verbo renunciar y aplicarlo a sí mismos. Hoy más por los actos investigados en los que no se dan los nombres de jueces ni magistrados.

Por otra parte, el presidente Juan Carlos Varela se comprometió a convocar una constituyente para buscar el adecentamiento del país, pero ese compromiso quedó rezagado, quizás por temor o porque pudiera vulnerar sus propios intereses. Todo parece indicar que pasará desapercibido. Debe tener presente que le está negando un derecho a la población panameña, que se convierte en un derecho humano vulnerado por quien dice defender la democracia.

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