Preparando la descentralización
La descentralización no solo tendría impacto en acercar a las comunidades a la toma de decisiones y dar respuestas rápidas a sus demandas sociales. Incursiona también en variados aspectos relacionados con la migración campo-ciudad, nuevas inversiones, expansión del empleo y consumo, reducir el clientelismo, entre otros. En esta perspectiva, uno de los principales retos será el desarrollar una capacidad de administración en municipios que muestran precarias estructuras de gestión como resultado de una centralidad que limitaron su desarrollo.
Esta es una debilidad a encarar, formulando y alentando con determinación una cultura de planificación que sea el referente sobre el cual se asiente un nuevo arreglo administrativo, capaz de asumir las nuevas responsabilidades en el manejo de importantes recursos y funciones de manera eficaz y eficiente orientado a resultados con participación ciudadana.
Hablamos de un ciclo de aprendizaje de herramientas y criterios que desde ya las autoridades locales deben empezar a movilizar en la construcción de un aparato tecnoburocrático consecuente con las metas de la descentralización.
Hay algunos puntos sobresalientes que empiezan por el proceso de identificación de los proyectos, con base en un inventario de necesidades y diagnóstico detallado que sea el soporte que justifique y oriente la asignación de los fondos. Habrá que priorizar los proyectos, (considerando lo limitado de los recursos y capacidad instalada) y proyectarlos en el tiempo con mecanismos de valoración, cronogramas y planes operativos que desplacen y orienten las actividades y recursos de cada año. Esto nos lleva al manejo de herramientas de monitoreo con las alertas e indicadores que sirvan de control del cumplimiento de lo planeado que busque reducir los desvíos en tiempo, costo y calidad, así como su uso de imprescindible reactivo en la transparencia y rendición de cuentas.
Esto deriva en levantar un Plan Maestro de Desarrollo en cada municipio, que incluya la totalidad de los proyectos ya sean de responsabilidad central o local, pero que tenga los criterios mínimos que reduzcan la improvisación y adelanten acciones pensadas con criterio científico que nos den el panorama completo de necesidades y soluciones a realizar que se convierta en el sello de compromiso ante las comunidades beneficiarias.
La realidad municipal nos plantea otro reto complejo, ¿cómo resulta la estructura de coordinación de responsabilidades que ordene su distribución y nos diga quién hace qué?, lo cual debe armonizar distintas miradas e intereses hacia un centro común. Esto requiere un análisis de estructura que defina y distribuya funciones con vista en los productos y procesos previamente identificados que genera el esquema de producción municipal descentralizado, cuyo reparto se base en la lógica de las tareas y la cadena de corresponsabilidades de quien elabora, verifica, aprueba y presenta.
Por un lado, se tienen productos rutinarios, como los servicios del día a día (pago de derechos, solicitudes, etc.) que probablemente se ajustan a una estructura funcional vertical por departamentos, tal como lo es su actual ejercicio. Y por otro lado, los productos como proyectos de inversión que apuntan a la solución de un problema o aprovechar una oportunidad, lo cual amerita un esquema horizontal de equipos de trabajo dinámicos de distintos perfiles involucrando alcaldía, juntas comunales, asociaciones, comunidades bajo una filosofía participativa de trabajo conjunto.
Estas son variantes, que bien ordenadas apuntan hacia soluciones consensuadas y realistas, aportando los saberes de las comunidades, además de propiciar la auditoría y supervisión de la gente de que las cosas se están haciendo correctamente. Implica un trabajo de equipo que utilice el diálogo y mediación del nuevo modelo de gestión descentralizado.
Estos puntos y definiciones son una muestra de los requisitos de preparación y controles que exige su implementación, los cuales deben ser conversados y divulgados a manera de contrato con la población local, como forma de asegurar el mínimo de riesgos hacia el éxito de esta nueva propuesta.