Participación ciudadana y democracia
En las últimas dos décadas se ha registrado un incremento en la legislación y la formulación de políticas encaminadas a proporcionar nuevas oportunidades para la participación ciudadana. Se reconoce que de ellos emana el poder en los sistemas democráticos, y la posibilidad de que ejerzan ese poder a través de medios directos e indirectos.
La idea clave que dio paso a la democracia moderna fue la soberanía popular. Si los reyes soberanos solo respondían ante Dios, los representantes políticos del Estado moderno han de responder ante el pueblo que los nombró. Los votos no les conceden una autoridad ilimitada, sino la obligación de ejercer el poder público en beneficio del electorado. De acuerdo con la formulación clásica de Abraham Lincoln, es “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
Hoy día la democracia dejó de cumplir algunas de las promesas que se formularon en el pasado y culpa a los partidos políticos de haberse convertido en una de las causas principales de esa desviación.
Hay una tendencia de los partidos a convertirse en instrumentos de los intereses particulares, más que en portadores de una amplia participación ciudadana. Y ahora mismo uno de los problemas teóricos y prácticos de mayor relevancia en las democracias occidentales es evitar que las grandes organizaciones partidistas se desprendan de la vida cotidiana de los ciudadanos. Esto nos hace dudar del verdadero papel de los partidos como conductores eficaces de las múltiples formas de participación ciudadana que se han gestado en los últimos años.
Esta participación es el fundamento legítimo de la democracia moderna, en la que el ciudadano interviene sobre los asuntos del gobierno a nivel local y nacional. Es un derecho esencial que pasa por un proceso de su cambio de actitud frente a las decisiones y políticas que definen sus representantes, reconociendo que el ejercicio del poder debe apuntar al beneficio del bien común y, por tanto, es una responsabilidad compartida. Exige al ciudadano su participación y al gobernante, la rendición de cuentas del poder que se le confiere.
Por tanto, es más que urgente la formación de ciudadanía sustantiva, es decir, consciente de cuan importante es su participación, como un derecho, y que tenga claro que esto implica obligaciones. Es lo que podríamos llamar el surgimiento del espacio público en el que impera la razón sobre los intereses.
Un individuo con ciudadanía sustantiva es consciente de sus deberes y derechos, para decirlo en un lenguaje coloquial. Participa de forma activa, pero es consciente de lo que implica ese ejercicio; lee periódicos, exige información, aporta ideas y propone como hacerlo. En ese sentido es que debemos fortalecer a los ciudadanos para generar el cambio adecuado en la construcción de un mejor Panamá.