Para superar la conflictividad social
Desde la aparición del hombre sobre la Tierra, el conflicto ha sido parte natural de la vida, y sus soluciones han variado a través de la historia.
Unos han apelado al uso de métodos violentos, y otros han favorecido los métodos pacíficos, como los tratados Torrijos Carter, en el caso de Panamá. Lo cierto es que nuestra sociedad no escapa a esta realidad de conflictividad social.
Roger Fisher, cofundador del Programa de Negociación de Harvard, sostenía que un elemento clave para comprender por qué las personas toman decisiones del modo en que lo hacen es conocer a los protagonistas de los conflictos; su cultura, para entenderlos mejor; los paradigmas que prevalecen y las causas que lo originan; los problemas de comunicación subyacentes; las emociones y las percepciones de las partes; los valores y principios; las formas de reaccionar; la influencia de los factores externos y, sobre todo, las posiciones, intereses y necesidades de los protagonistas.
Esta conflictividad social ha vulnerado los derechos del hombre de a pie, porque de manera inconsulta se toman decisiones contrarias a los intereses del pueblo por parte de los gobernantes, como la “ley chorizo”. El intento de vender los terrenos de la Zona Libre acarreó el caos, tanto en la provincia de Colón como en la ciudad capital, promoviendo el saqueo, el desorden y la anarquía. Amén de las acciones represivas del Gobierno contra los trabajadores, mediante la ley, y de otras protestas de enfermeras, educadores, médicos, etcétera.
Hay otros problemas, como la falta de agua, el inadecuado servicio de transporte y de recolección de la basura, colegios en mal estado e inseguridad, pendientes de respuestas.
Los conflictos han sido interpretados siempre en términos de catástrofe social, no obstante, pueden servir como oportunidades para el crecimiento de las partes, si desarrollamos y empleamos habilidades positivas y constructivas para la solución de estos. Recordemos que “es absurdo que queramos resolver los problemas nuevos aplicando las herramienta del pasado”, dijo Albert Einstein.
A través de la mediación social, el ciudadano, como parte integral de la comunidad, tiene el legítimo derecho de aportar a la solución de los conflictos que lo afectan. Hoy día, el rol que desempeña en la sociedad es incierto, cualquiera sea su capacidad intelectual. Por esta razón, tiene el derecho y el deber de comprometerse a participar siempre en la medida de sus posibilidades.
El ser humano puede imaginar futuros posibles, mejorar el actual y consensuar con sus semejantes. Su deber es convertirse en un actor social, en un verdadero protagonista de la realidad. En conclusión, la correcta distribución de las riquezas, la consecución de la justicia social y la felicidad colectiva solo se conseguirán previniendo la “lucha de clases sociales” que nos afecta hoy día.
Es necesario que todos los actores nos ubiquemos en los conceptos vertidos por el papa Francisco respecto a la solidaridad, para potenciar el diálogo como el medio privilegiado que favorezca el bien común, respetando la dignidad de las personas y los derechos humanos, sin descalificación, así edificaremos una sociedad caracterizada por la convivencia pacífica.