Panamá, progreso y corrupción:

En 1982, el 72% de los panameños nacían fuera del matrimonio. Hace poco este fenómeno aumentó a 80%, según datos de la Organización de Naciones Unidas.

En Panamá, una réplica perfecta de la economía mundial, menos del 2% de la población es dueña del 95% de la riqueza nacional. El Gobierno escondió los bajos niveles educativos de nuestros jóvenes, retirándolos de las evaluaciones PISA. La educación pública es un desastre y gran parte de la privada está en manos de mercachifles.

Un país de gobernantes a cuyas empresas les es más rentable construir obras, que educar al pueblo. Progreso le llaman. Los gobernantes sirvientes del gran capital nacional y extranjero otorgan autoconcesiones de bienes nacionales y endeudamiento indiscriminado. Nuestra nacionalidad está en venta desde hace años, como parte del negociado de políticos y hombres “de leyes”.

País de diputados implicados con narcotraficantes. Un exjefe de nuestro gobierno ha sido y es huésped distinguido de prisiones nacionales y transnacionales. Un presidenciable manipuló leyes, ahorrándose millones en impuestos, al vender su banco familiar. Un expresidente, sin visa a Estados Unidos “por actividades non sanctas”. Otro se salvó de la cárcel por tecnicismos legales (caso Cemis). El último, autoexiliado y prófugo; y su vice en la presidencia. Todo esto ocurrió en solo 27 años y con poco más 3 millones de habitantes. ¡Todo un récord!

Mientras tanto, la agricultura sigue abandonada y el país en subasta, sin considerar los intereses nacionales. Se favorece la minería, las actividades del Grupo Unidos por el Canal, de Odebrecht y de Panamá Ports.

En Panamá el nepotismo es regla. País anárquico de transportes piratas, en el que los gobernantes legislan para atracar al tesoro nacional y mantenerse impunes.

Nos jactamos del crecimiento económico, pero hay una ausencia total de valores y visión de patria. Frente a una iglesia mayoritaria silente, las masas buscan nuevos pastores. A los privilegiados les es más económico darse golpes de pecho en sus templos, que cumplir las leyes y practicar la solidaridad humana.

Olvidamos nuestra historia reciente para beneficio de grupos políticos. Mientras Argentina busca a culpables de crímenes; Guatemala combate la corrupción, desde las calles; en El Salvador un expresidente falleció en prisión, y en Costa Rica varios expresidentes fueron detenidos, acá alardeamos de nuestro crecimiento económico, ignorando a las lacras morales que nos gobiernan.

El presidente del partido en el poder y su socio, protagonista estelar de los Panamá Papers. ¿Por qué nos indignamos? Si somos incapaces de respetar nuestras leyes, ¿por qué esperaban que respetemos las internacionales? Cada pueblo es arquitecto de su propio destino.

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