Panamá necesita un cambio de rumbo
Durante estos 112 años, nos hemos encargado de construir lo que somos ahora: un país con un nivel cultural deficiente, una educación desastrosa, gobernantes corruptos, políticos que se enriquecen a costilla de los impuestos de la mayoría y promotores de contratos arreglados con el Estado. La justicia es injusta con los pobres, y las entradas del Canal de Panamá ni se sienten.
Los gobiernos han hecho un excelente trabajo para hacer que lo público se vea que no funciona, en comparación con el sector privado que sí es eficiente. Se juega con las estadísticas que suben y bajan o se mantienen, pero no se resuelve nada. Se brindan soluciones a medias.
Hemos desarrollado nuestro país como percibimos la mayoría, a base de favores, a qué cantidad de dinero pone un donante a un candidato y se les paga muy bien esa ayuda. Escribimos basados en apellidos la historia oficial.
Hemos contribuido a que este país funcione como lo vemos y lo sentimos actualmente. Se ha disparado la violencia social, los secuestros aparecen, el narcotráfico se infiltra en las instituciones del Estado, la justicia está desprestigiada y falta credibilidad en la administración pública.
La percepción es el único medio que nos han dejado los gobiernos para medir la capacidad de los gobernantes. Los políticos cuando están en el poder no la requieren, no la usan, la critican, pero cuando no están en la buena, sin vergüenza la usan y la necesitan.
Hablan que todo está modernizado y actualizado, pero menos las políticas sociales, culturales, educativas y de salud. Cada gobierno viene con sus propios proyectos, algunos no se terminan, pero los funcionarios de turno son muy buenos para inaugurarlos, aunque no estén listos. La historia se esconde, se borra, la juventud queda con un espíritu endeble para enfrentar otras culturas.
Todos tienen razón, todos tienen respuestas, pero no se sienten estos resultados.
Aspiramos copiar al primer mundo solamente en lo económico, pero no en lo cultural, en salud, ni en lo educacional. Porque tienen miedo de que la mayoría tenga una buena preparación, buena salud, una vida espiritual vigorosa, porque empezaríamos, como pueblo maduro, a cuestionar estos programas que no sirven. Tienen temor de que la mayoría llegue a ese nivel de vida, porque saben que esconden algo y lo vamos a descubrir.
Mientras, los gobiernos siguen pensando primero en llenar sus bolsillos, los de sus ministros, de sus políticos, de sus donantes y de sus amigos. Dejan a un lado lo humano, pueden seguir construyendo lo que quieran para justificar sus politiquerías a la vista de la mayoría, y al pueblo se le amodorra con dádivas y se sigue alimentando el “juega vivo”. Mientras se discrimine a un indígena, al negro, al interiorano, a un panameño por su color, y no aceptemos las diferencias culturales que conforman nuestro país, no avanzaremos. A pesar de todo, también hay panameños que aportan a la historia, a la educación, a la cultura, a la salud; sin apoyos suficientes entregan sus vidas y sacrifican sus familias. No reciben condecoraciones, son desconocidos, un día la historia y el pueblo los reconocerán. No soy pesimista, sino todo lo contrario, soy totalmente optimista.