Panamá En Crisis:
Actualmente, evidenciamos una crisis social, política y jurídica grave. Pero, ¿quién es responsable? ¿Es la clase política y empresarial? ¿Qué falencias encontramos en nuestras autoridades, en los representantes de los gremios, sindicatos y de la sociedad civil, entre otras organizaciones? ¿Usted y yo somos responsables por nuestra indiferencia o estamos ante una crisis del hombre y la mujer panameños de la que nadie quiere hablar?
Lo preocupante es la temporalidad de la crisis, que se da en épocas de crecimiento económico. Después de la burbuja propagandística de cinco años y el despilfarro, Panamá sigue con muchas necesidades por resolver. Me pregunto, ¿cuánto de dicho crecimiento ha sido producto de la corrupción y del endeudamiento del Estado? ¿Qué será de nosotros ante un decrecimiento económico? ¿Entraremos en una crisis aún más profunda? Ante esta realidad debemos sacar conclusiones provechosas.
Una de ellas es reconocer que navegamos en medio de una crisis, y el objetivo es salir de ella fortaleciendo nuestras instituciones. Es imperioso adecuar las políticas públicas que permitan desarrollar el país sin caer en los mismos errores. Debemos blindar al sistema del desorden moral, del “juega vivo” y de las conductas ilícitas que ciertos políticos y empresarios acostumbran realizar, porque ven en la cosa pública la oportunidad de satisfacer sus intereses mezquinos.
Por ello, es necesario que los responsables sean juzgados, cumpliendo con el debido proceso y con transparencia. Y estar convencidos de que la legitimidad de lo actuado en el sistema judicial se la dará el profesionalismo de los funcionarios. Los medios de comunicación social, por su parte, aportarán a la formación de una opinión colectiva madura, con un ejercicio periodístico formativo, que evite la creación de falsas expectativas.
Como sociedad, estamos ante un problema fácil de resolver. Usted decide si quiere que el plato de comida de su hogar sea producto de la corrupción y la indiferencia, ante la miseria del otro, generando así mayor conflicto, o que la solución de las necesidades sea de la honestidad en el trabajo y la solidaridad comunitaria.
Confío en que la interrogante se resolverá de forma correcta, porque guardo esperanza en aquella moral general que subyace en la memoria de la mayoría de los panameños. Es decir, la moral cristiana, republicana, colectiva y social, producto de nuestro consenso histórico. En definitiva, muchos panameños valoran la importancia de la institucionalidad y la estabilidad social por encima del rejuego irresponsable de ciertos actores.
Sin embargo, seamos cuidadosos, porque la realidad de la crisis es mucho más profunda que nuestras percepciones. Por ejemplo, la corrupción insolente contra el pueblo que apreciamos magnificada a través de los medios de comunicación es una situación de dimensiones amplias que logra tocarnos.
¡Sí! Evaluemos qué tanto contribuimos inconscientemente con nuestras omisiones y acciones a generar mayor corrupción.
Para superar esta crisis, una sociedad agotada y desorientada, necesita de líderes nacionales y comunitarios, con discursos inteligentes. Con la capacidad de comprender que el origen de la crisis está en la desactualización de las instituciones, frente a una sociedad más heterogénea.
Se requiere de discursos y acciones éticas y coherentes que planteen nuevas infraestructuras sociales y políticas, e impidan que entreguemos el país al crimen organizado. Por último, es necesario un renacimiento de la nación panameña. Acabemos con la indiferencia ante la miseria de nuestros conciudadanos, viviendo los valores y exterminando la ignorancia.
Tenemos el deber moral de satisfacer las necesidades humanas y materiales mínimas que dignifiquen al ciudadano. La meta es clara y para ello debemos renunciar a aquellos intereses particulares que impiden los consensos para hacer de Panamá un mejor país.