No podemos olvidarnos de la Asamblea

El tema de la Asamblea se ha vuelto neurálgico en el país. Hay quienes, como Rubén Darío Paredes, piden sea clausurada. Otros, como yo, pedimos transparencia en las cosas que hacen y en los recursos que les asignan para que no hagan su trabajo. Sí, exactamente para eso: para que no hagan lo que deben les dan prebendas, les nombran personal por 30 o 40 000 balboas al mes. Incorporan al Cuerpo Diplomático a esposas de diputados opositores. Así no cuestionan, no presentan leyes, rompen el cuórum cuando se cita a un funcionario, ignoran su deber de juzgar a los magistrados de la Corte Suprema y, aun diciendo que son oposición, dócilmente apoyan al Gobierno cuando este se los pide. Penoso: eso mismo le dije a su presidente, el diputado Rubén de León, días atrás cuando, a petición mía, nos reunimos para plantearle directamente mis preocupaciones ciudadanas sobre ese Órgano del Estado.

Fui diputado (legislador) en dos ocasiones. De 1984 al 89, en plena dictadura, y en democracia, de 1991 al 94 (en el ínterin estuve en la Alcaldía de Panamá). Desde aquellos tiempos propuse eliminar algunos privilegios a los parlamentarios porque abusaban de ellos. Uno era la exoneración de vehículos a los diputados principales, dos por periodo, y a los suplentes, uno cada cinco años. En mis tiempos, prácticamente se instalaban en la Asamblea vendedores de la Mercedes Benz para negociar por 5000 balboas, que le daban al titular del privilegio por la exoneración de su vehículo y lo negociaban con algún ricachón que quería un carrazo, pero sin pagar impuestos. Ahora todo lo que compran son toyotas. Aquellos días era más onerosa la introducción de vehículos. La Corte Suprema negó siempre los recursos que interpuse para eliminar lo que consideraba un fuero y un privilegio que no debían tener los diputados. Adujeron que otros funcionarios también tenían exoneraciones, como los integrantes del Órgano Judicial y los miembros del Cuerpo Diplomático y de Misiones Internacionales. Nunca se reguló la materia como podría haber sido establecer un tope para los vehículos a exonerar.

Solicité, en ejercicio del derecho que me concede la Ley 6 de 2002 sobre Transparencia en el Sector Público, que la Autoridad Nacional de Aduanas, me facilitara la lista de los vehículos exonerados por los diputados, principales y suplentes. Gracias a la diligencia y transparencia de su director, José Gómez Núñez, recibí la detallada relación pedida, el pasado 10 de agosto.

Interesante el resultado: En estos primeros dos años a los diputados principales se les han exonerado impuestos por B/495 970.08. A los suplentes, B/282 243.31, lo que proyectado a cinco años podrá elevarse a dos millones de balboas en exoneraciones concedidas. A los dos años, tales autos exonerados, podrán venderse a terceros sin el pago de los impuestos, otra entrada adicional para los sufridos ‘Padres de la Patria'. Para aquellos reelectos, significa que en 10 años podrán haber hecho uso hasta de seis vehículos exonerados.

Me llaman la atención algunos detalles. Varios no han hecho uso del derecho o han adquirido autos muy económicos. Hay diputados suplentes en cuyos circuitos electorales ni siquiera carretera tienen, pero disponen de un tremendo vehículo con exoneración de B/14 904.01 (valor B/.51 495.07). Otro, del PRD, lo exoneraron por B/20 044.52 (Carlos Enrique Puga Rodríguez, suplente de Pedro Miguel González), con un valor de B/69 362.25. Un suplente devenga al mes B/2000.00, que no debería porque los suplentes no deben cobrar; requerirá de casi tres años para cancelar el valor del vehículo adquirido. Curiosamente hay otro, Crispiano Adames, también del PRD, ya lleva dos vehículos exonerados en este periodo por un monto de B/36 806.21. Desconozco si adquirió vehículos en el periodo anterior, ya que fue reelecto.

¿Ahora qué dirán? ¿Qué denuncio estas bellezas porque tengo algún interés subalterno? ¿Que mejor es no hacer olas de males que siempre han estado allí? Queremos tener un país donde todo sea transparente, no solo de palabras sino de hechos. Un Panamá donde los ciudadanos seamos primeros de verdad, no solo cuando a los gobernantes se les antoja un eslogan publicitario. ¿Será mucho pedir?

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