Ni juez ni fiscal
La VERDAD es que ni soy juez ni soy fiscal. Es más, ni siquiera soy abogado. Soy ingeniero industrial y comentarista de radio, TV y prensa escrita. Pero, como buen panameño, opino de todo. En medio de todo lo que he escuchado contra el expresidente Ricardo Martinelli, quiero expresar mi verdad. Ricardo Martinelli Berrocal fue un presidente de mucha visión, visión que le permitió soñar con grandes proyectos que requería el país. El Metro, el Metrobús, ciudad hospitalaria, cadena de frío, pasos elevados e intersecciones espectaculares, mercado de abastos, expansión de Tocumen, aeropuertos de France Field y Río Hato, carretera Boqueta-David, proyecto Curundú, ampliación Paso Canoa-Puerto Armuelles, etc.
Martinelli tuvo una gran ayuda en su ministro del MEF, Alberto Vallarino, que comprendió que podíamos endeudarnos hasta llegar al 48-60 % del PIB y estaríamos bien vistos por las calificadoras, lo que quería decir que, si llegábamos a doblar nuestra deuda externa, estaríamos bien. Esos dos factores nos llevaron a realizar los sueños, doblando la deuda pero manteniendo la calificación de B+.
Sin ser juez ni fiscal, me imagino que el presidente Martinelli calculó que podría coimear un 10 % de lo que sería la inversión; es decir, de 5000 millones, con 500 millones más que suficiente y eso estaba dentro del parámetro que el país resiste sin mayor rechazo. Lo que creo que pasó es que simplemente el presidente, habiendo eliminado controles fiscales, no midió que sus funcionarios iban a aprovecharse igual que todos a coimear sin contemplaciones. Que el director del PAN saliese con 60 millones nunca, creo yo, el presidente lo supo ni pensó; que al final su Gobierno pudiese estar involucrado en sobrecostos de más de 2000 millones de balboas no estaba en su mente ni creo aún lo pueda creer.
Hoy, cuando las primeras acusaciones para enjuiciarlo son sobre pinchazos, me imagino que no lo puede creer. Su mente tiene que estar en explicar sobreprecios y comisiones sobre compras, pero no sobre pinchazos. Y también se le hace difícil entender el caso de comida deshidratada, si él y Varela, como su vicepresidente, ordenaron parar ese programa a los meses de iniciado.
Acusar a Martinelli de todo lo ocurrido en su Gobierno sería igual que pensar que Torrijos supo todas las andanzas de sus amigos y compañeros de tragos, o Noriega la de todos sus amigos. Me consta que no supieron mucho de la verdad detrás de sus amistades. Yo, sin ser juez ni fiscal, creo que si Martinelli hubiese sabido las andanzas de los directores del PAN los hubiese destituido por no haberle participado, pero jamás hubiesen podido haberse llevado tremendo botín con su consentimiento.
Yo creo que es hora de separar responsabilidades. Una cosa fueron las andanzas de los funcionarios, otras las del presidente. Martinelli no es ningún santo, fue un presidente con visión de país, con un ministro que le facilitó las finanzas de sus sueños, pero que no es responsable de todo el desgreño ni todo el robo oficializado. En mi mente, es el primero en pedir que se investigue a todos y se establezcan culpas.
Martinelli tiene a su favor el tiempo. La memoria de los pueblos va más a recordar las obras y no las deudas. Para el pueblo, a Martinelli se le recordará en el Metro, en la ciudad hospitalaria, en los Minsa-Capsi, etc. Nadie hablará de la duda que subió de 10 000 a 20 000 millones de dólares, nadie hablará de la corrupción y los arrestados. Martinelli seguirá por ahora esquivando los juicios, huyendo a su estilo de la justicia, pero con el tiempo a su favor.
Por ahora, sin embargo, seguiremos embrutecidos por los medios que seguirán hablando de Martinelli para distraer al pueblo de los verdaderos problemas, agua, seguridad, empleo, educación, etc. Y él, fuera del país, esperando el juicio de la historia, más importante que el juicio de la justicia. No soy juez ni fiscal ni siquiera abogado, pero si me preguntan a mí, la historia absolverá a Martinelli, sus obras estarán por encima de su acusadores y al final, pasará como el soñador que fue.
Hoy, todavía su Gobierno está caliente, hay que esperar que el tiempo lo enfríe y entonces, desapasionadamente, podremos juzgarlo en su justa dimensión. Dejemos de ser jueces, dejemos de ser fiscales, seamos espectadores objetivos y veamos la realidad de quién fue un empresario que llegó a la Presidencia con grandes sueños y, la mayoría, los hizo realidad.