Monarquía sindical, dinastía sin sucesores
Si nos adentramos en la historia de la humanidad, creo que encontraremos grupos que, desde su inicio, mancomunadamente funcionaron para de una forma u otra hacer valer los derechos que ellos consideraban como propios y que otros grupos o personas no lo hacían.
A lo mejor los cavernícolas, y esto es puramente metafórico, se unificaron para exigirle al jefe de la tribu (asumimos que había uno), mayor participación en el uso del fuego o que compartiera el lomo del dinosaurio y no solo las patas. Es posible que el jefe era jefe porque había elaborado una buena lanza y había arriesgado su vida al cazar al enorme animal, al mismo tiempo que recogía piedras y artefactos para su posterior uso o intercambio con otros jefes, pero eso no importaba, había que compartirlo todo.
También a lo mejor existieron grupos que llamaron a toda la tribu y le dijeron ‘vamos a elegir a un jefe que sepa cómo hacer la lanza, que nos enseñe bien a cazar la presa y a cómo preparar mejor al saurio para comerlo '. Entonces todos, incluyendo a los aspirantes a jefe y alrededor de una hoguera, colocaban en una bolsa de cuero de oso pequeños huesos de reptil de tipos diferentes, un tipo para cada aspirante. Nadie se enteraba de quién puso su hueso y quién no lo hizo y de qué tipo era. La suma de esos huesos elegía al nuevo jefe, ya que por el que más huesos de un tipo pusieron en la bolsa, ganaba, eso era democracia cavernícola en acción.
Naturalmente que como todo lo bueno tiene que terminar, se le daba al nuevo jefe un tiempo definido para que hiciera lo que tenía que hacer, pero eso sí, que no se pasara del tiempo previamente establecido para hacerlo… Se le dice al jefe que después de ese período hay que volver a la hoguera, ponerse a su alrededor y elegir a otro nuevo jefe, para que así todos puedan tener oportunidades y aplicar nuevas ideas.
Los jefes en la época moderna pueden ser empresarios o dirigentes sindicales, en ambos casos hay similitudes, aunque quieran algunos separarlas. El jefe de una empresa necesita de subalternos o colaboradores para operarla, los subalternos o colaboradores necesitan del jefe-propietario para obtener las monedas necesarias para obtener sus casas y otros beneficios. El dirigente sindical debe saber cómo decirles a los otros compañeros de trabajo en el presente cómo se pueden conseguir más monedas y mejores beneficios, ayudando a su colega empresarial para que así se haga.
Sin embargo, cuando un jefe empresario-propietario no produce lo que de él se espera o si utiliza métodos que perjudican en vez de mejorar a sus compañeros, subalternos y colaboradores… entonces ¡se le cambia! Se va a la hoguera empresarial (algo diferente a la sindical por el método de selección) y se elige al nuevo jefe propietario-empresario.
Lo mismo debería ocurrir en la dirigencia sindical, incluyendo a los gremios de variadas profesiones, reemplazar a sus dirigentes cuando estos ya no están a la altura de los cambios que se sufre a nivel nacional o internacional y cuando sus acciones no le brindan beneficio suficiente a sus asociados y al país que los vio nacer. El estar en lucha constante con el jefe empresario-propietario no le brinda necesariamente ventaja a los sindicalizados. En numerosas ocasiones son mayores los perjuicios o simplemente no hay mejoría.
Se requiere de cambios de actitud y del relevo de personas, pero en nuestro medio los dirigentes dominantes quieren seguir siendo eso… dominantes. Acusan de traición a aquel que aspira a mejores momentos para él y sus compañeros, pero que pretende utilizar una forma diferente para obtenerlos. No permiten la competencia democrática mediante una elección libre de presión y coacción, para ellos no existe la bolsa de cuero de oso y los huesos de reptil y solo ellos son dueños de la verdad y de la forma de aplicarla.
Eso nos trae a la memoria el recuerdo de las monarquías europeas, grupos autocráticos que en su mayoría provinieron de ese continente. Se les llamaba Dinastía monárquica .
En Panamá existe la Monarquía sindical , autócrata e intransigente, que comete fallas constantemente y que no le brinda la mejoría que sus afiliados exigen y necesitan. Una monarquía que no permite el disentir con inteligencia y con buenas intenciones ni el cambio de sus dirigentes. Para ellos solo cuenta una beligerancia obligatoria, sin importarle las consecuencias y no permite la aplicación de nuevas ideas. Unos monarcas que solo tienen un objetivo, sus propios intereses. Las monarquías europeas al menos tenían sucesores, algunos buenos otros menos malos, pero sucesores. La monarquía sindical panameña, aunque con mucho dolor hay que decirlo, porque sus actuales dirigentes no se lo permiten, ¡es una dinastía sin sucesores!