Más información, más debate

Equivocadas o no, las mayorías hablaron, evidenciando una profunda división respecto al proyecto de ley 61, un escenario que las autoridades deben considerar como evidencia de la gran ausencia de información que existe respecto al tema, y que la mejor forma de llevarlo adelante es mediante una amplia difusión y el más estricto de los debates.

Nadie puede dar por sentado que en este como en otros temas, basta la autoridad del Estado para imponerlo.

El Gobierno del presidente Juan Carlos Varela ha ido acumulando demasiado desencanto como para pensar que goza del suficiente capital político como para impulsar esta empresa.

La manifestación registrada este miércoles demostró las diferencias abismales existentes en la sociedad panameña, la distancia de unos y otros respecto al tratamiento y convicción de un tema como el de la ley 61.

El asunto radica en cómo convertir en docente un debate necesario, hasta lograr el consenso respecto al tema. Está claro que tópicos como el de la ley 61 están más cerca que otros de la realidad social de la familia, y cuando eso ocurre despiertan las pasiones y aumenta significativamente la participación de las mayorías, en uno u otro sentido.

Es la hora, entonces, en que alguien tome la iniciativa y convoque al debate sereno y reflexivo, sin pensar por ello, que se trata de una concesión humillante. La realidad es que mientras que un sector de la sociedad administra de manera científica una propuesta como la salud sexual y reproductiva, otra lo hace desde una perspectiva eminentemente prejuiciada y lo que es peor, sin saber siquiera de qué se trata o qué se propone.

Es un escenario como el de 1979 cuando se abordó el tema de la Reforma Educativa y, bajo la falacia de que era una propuesta comunista, se movilizó a una mayoría de educadores y el Gobierno de Aristides Royo terminó por ceder a una demanda que 37 años después mantiene a la educación en un ostracismo letal y preocupante que no acabamos de resolver. En aquella ocasión se hablaba de que, mediante la Reforma, el Estado trataba de adoctrinar a los niños a través de los Centros de Orientación Infantil (COIF).

Hoy se dice, sin mucha claridad, que la ley 61 impone una perspectiva de género y han puesto a circular fotos de muñecos que vestidos parecen un niño y una niña, y cuando se les desnuda ambos tienen pene. Al igual que la reforma, la ley 61 ha sido satanizada con argumentos falsos.

Hay quienes hablan de un artículo 22 inexistente, porque el proyecto solo contiene 21 artículos, pero este miércoles los manifestantes han dicho ‘con mis hijos no te metas ', bajo la convicción de que el proyecto atenta contra la integridad de los muchachos.

Vacuo argumento si se considera que una manifestación como esa no ha puesto fin a la pornografía de los medios impresos, a las telenovelas que distorsionan valores y a las estadísticas letales que hunden el pudor de las muchachas y aumentan las cifras de los embarazos adolescentes.

Es claro pues que la división de criterio no es una cuestión de ubicación social, porque las mayorías que se manifestaron el miércoles han sido movilizadas bajo la convocatoria de sectores que, en la cúpula de la sociedad, creen efectivamente que el proyecto de ley 61 es un exabrupto.

Si quienes respaldan esa propuesta no movilizan el debate, la información y la docencia será casi imposible impedir el naufragio del proyecto. Aun cuando la Asamblea Nacional ha decidido bajarlo a primer debate, si no hay convocatoria al debate, toda concesión sobre el tema tendrá la proyección de una derrota política.

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