Lecciones de una reelección
Varios puntos de interés deja la reelección de Rubén De León como presidente de la Asamblea Nacional, ocurrida este viernes, y que no deben ser enfocados bajo el estigma simple del transfuguismo o la venta de conciencias, como sostienen algunos observadores.
Desde el 24 agosto de 2001, cuando las bancadas de los entonces archienemigos partidos opositores PRD y Popular sorprendieron al país con el Pacto Meta, hasta las alianzas del pasado quinquenio, ha sido evidente que la Asamblea Nacional es un cuerpo que por su naturaleza considera más sus relaciones, buenas, malas o regulares con el Órgano Ejecutivo, y las posibilidades y proyectos políticos de quienes la componen, que las directrices de sus cúpulas, y menos si estas últimas no se ajustan a las realidades del hemiciclo.
Puede ser un desenfoque creer que la dinámica que allí adquieren las bancadas expresan disidencias con sus colectivos, aunque sí pueden ser corrientes que adversen sus líneas oficiales.
Un año después de su primera elección, De León demostró capacidad para nuclear e incrementar en su entorno a una mayoría de diputados, que procedentes de bancadas distintas, parecen compartir el criterio de que ser crítico frente al Gobierno no riñe con la gobernabilidad del país. Un activo que el Gobierno de Juan Carlos Varela debiera evaluar en su justa dimensión.
El discurso de De León puede considerarse una balanceada pieza programática que a la vez que puso a la Asamblea Nacional como escenario para tratar temas sensibles a la sociedad, ratificó principios, puntos de partida y señaló déficits como los de la educación e hizo equilibradas propuestas, que pueden explicar los 49 votos que obtuvo para su reelección.
Se ha dicho que ‘la política es el arte de hacer posible lo necesario ' en medio de determinadas circunstancias, y lo ocurrido este viernes en la Asamblea refleja no solo el escenario político nacional, sino las situaciones particulares de cada partido.
Mario Miller, de la dirección de Cambio Democrático, ha dejado en claro que la conducta de los 16 diputados de su colectivo político que votaron por De León no expresa división interna y que, por el contrario, a futuro, el CD se fortalecerá. Las pragmáticas declaraciones de Miller constituyen una evaluación exacta del papel que cumple una alianza de coyuntura como la que se vivió en la Asamblea y la capacidad de De León para encabezarla.
Podría decirse que no hay coherencia entre la posición del expresidente Ricardo Martinelli y la dinámica de su bancada en el Parlamento, y tratar de imponerse por encima de esta solo puede distanciarlo de sus parlamentarios. ¿Si a lo de este viernes lo ha llamado traición, qué nombre reciben las alianzas y cambios que se produjeron en el quinquenio pasado?
Asimismo, el propio Partido Revolucionario Democrático va dejando una huella que no se puede subestimar. Por ejemplo, si el año pasado, con tan solo seis legisladores perredistas, De León integró, junto al oficialismo y diputados del CD, una mayoría que lo llevó a la presidencia de la Asamblea por una ventaja mínima de votos, lo que les valió el estigma de disidentes o los llamados ‘seis del solar ', ¿cómo se les puede considerar ahora que ha renovado su periodo contando con 14 de los 26 diputados de su bancada? ¿No sería acaso realista pensar que, junto a sus cinco compañeros del año pasado y los ocho que este año lo han respaldado, De León encabeza una corriente que en el hemiciclo ha derrotado a la que oficialmente dirige hasta ahora al PRD?
Hasta aquí los hechos de este viernes, porque a futuro queda por ver el comportamiento de la nueva directiva de la Asamblea. Sería equivocado pensar que se parecerá a la del pasado año, porque ni será el mismo escenario ni los componentes son iguales… Y menos las demandas que va presentando la ciudadanía. Ha habido en el discurso de De León premisas importantes respecto al clientelismo, la transparencia y la secuela de los Panama Papers y el Caso Waked. Hecha la formulación, solo queda la forma cómo se va a encarnar en la perspectiva política del país.