La rendición de cuentas en el sector público
Hoy día la percepción que se tiene de una persona o de una institución es tan importante, que aquel que no sale a defenderse o a dar la cara por las acusaciones en su contra, muy pronto se le estigmatizará con el adagio: “El que calla otorga”.
El tema de la transparencia está ahora muy vinculado con el ejercicio de las funciones públicas. Por ello, quienes gozan del privilegio de ejercer un alto cargo en el sector gubernamental tienen el deber de constituirse en el primer fiscalizador y hasta en el mejor relacionista público de su propia ejecutoria institucional.
Los funcionarios con mando y jurisdicción están obligados a rendir cuentas de sus actuaciones frente a sus respectivas instituciones, y deberían comprender que, por la investidura del cargo que ostentan, están obligados a informar y aclarar cualquier hecho referente al ejercicio de sus funciones públicas y hasta privadas.
Si las intenciones son las de trabajar con transparencia y honestidad, la mejor política que debe ponerse en práctica es la de puertas abiertas y de dar la cara cuando sea necesario, sin evasivas ni dilaciones, olvidándose del pánico escénico.
No encarar los problemas y cuestionamientos públicos crea suspicacias y distanciamientos innecesarios, que dificultan la labor de los medios de comunicación social. Por desconocimiento o falta de experiencia política, algunos funcionarios que incurren en esto luego no entienden la escasa proyección de su gestión pública.
Vivimos en la era de la tecnología, de las comunicaciones y de las imágenes instantáneas. Por ende, los hechos se dan a conocer en el mismo momento en que ocurren, de forma clara, sencilla y oportuna. De lo contrario, se corre el riesgo de ser rebasados por múltiples formas y fuentes, precisamente, por esa inmediatez que nos brinda la tecnología de hoy.
Por estas razones, reiteramos que las autoridades públicas con mando y jurisdicción deben rendir cuentas, dar las explicaciones de su ejecutoria institucional, sin temores y en tiempo oportuno, porque los proyectos que impulsen se convertirán mañana en sus obras (“criaturas”) y si no son capaces de defenderlas, no merecen estar en la línea de mando.