La necesaria cultura para el desarrollo
Es sumamente preocupante cuando una sociedad no entiende el significado de la educación como factor fundamental de desarrollo. Los hechos culturales de una sociedad no son otra cosa que el desempeño de su gente con capacidad para entender que el conocimiento es el recurso principal del desarrollo. La cultura de una nación no es solo el quehacer artístico de sus habitantes, sino su actitud y su compromiso con lo trascendente. América Latina apenas comienza a entender este nuevo paradigma, ese que se refiere a la macro cultura, a lo trascendente, que solo se puede apreciar en los rostros y en la acción de la gente.
El único índice verdadero de desarrollo es la cultura. Veamos: sin ella, es imposible entender los valores de arraigo ni los hilos que los conducen. Otra: sin cultura resulta cuesta arriba interpretar lo positivo de un crecimiento económico, por eso se habla de una formación educativa integral, incluso holística, bajo cuyo concepto perviven los valores fundamentales de la formación humana.
Para construir una formación humana integral, se requiere de la voluntad de todos los sectores de la sociedad. Trazar un mapa del conocimiento nacional y administrar sus zonas, debe ser el objetivo. Ahora, ¿cómo se traza un mapa de conocimiento nacional? La única manera es siendo cognitivos, apelando a la relación con el otro yo, entendiendo que el otro es tan importante como uno mismo.
Europa hace tiempo asimiló este nuevo paradigma: entender al otro para entenderse a uno mismo. Pocos han sabido interpretar esa experiencia. Casi ninguna sociedad, excepto los griegos de antaño, supo descifrar, como los europeos después, el fenómeno que significa la comprensión solidaria, sin caer en concepciones igualitarias.
La cultura como ente de cambio social abarca hasta el concepto de Nación, un valor que no es un simple eufemismo sino el factótum fundamental de la identidad, con el cual se crea aquel para modelar a los ciudadanos en base a información y conocimiento organizado desde arriba.
Cuando carecemos de una cultura nacional y de un mapa del conocimiento, somos objetos, y no sujetos, de una sociedad. Lo primero significa control y alienación; lo segundo, participación y libertad individual. He allí la gran diferencia entre una sociedad cuyos miembros entienden el valor de la comprensión solidaria, y otra donde cada integrante es una simple herramienta de uso y desuso. Queda mucho por avanzar, y solo será posible consolidarlo cuando el conocimiento y la educación sean la principal prioridad.