La justicia de la verdad

Vivimos una etapa conflictiva, turbia y confusa. Empresarios estafadores, políticos corruptos, uniformados traidores, jueces y fiscales coimeros, ciudadanía indolente, profesores ignorantes, banqueros inescrupulosos, funcionarios tramposos.El país mantiene un crecimiento económico. Pero nuestros índices de desarrollo humano son bajos. Tenemos una de las peores distribuciones de las riquezas.

Los niveles educativos, de producción y de seguridad se mantienen insuficientes. Ensayos, análisis, diagnósticos y planificaciones llenan los escritorios de los ministros. La calidad humana no rinde. Pasaron 21 años de dictadura que han dejado sus consecuencias: indolencia, negligencia, juegavivo, drogas, armas, una juventud que fue desviada a la pandilla, al ninies.

El nacionalismo se quedó en protectorado, la autoestima de país quedó en la dependencia de la banca mundial (OCDE), la justicia social se quedó en la demagogia de ciudades de primer mundo y comarcas indígenas de índices inaceptables. La política, la juventud, los empresarios se han trastocado. El comercio se confunde con los procedimientos financieros del enjuague de dinero. No se sabe cuándo es coima y cuándo es comisión. Cuándo se es empresario de éxito o cuándo delincuente de cuello blanco.

Ser político dejó de ser prestigio, para convertirse en cínico traficante de influencias. Las gestas patrióticas desde el siglo XIX, 3 de Noviembre, 9 de Enero, quedaron congeladas en la publicidad engañosa de un canal para ‘pro mundo beneficio '. En todo caso para enriquecer a un sector mercantil y financiero con baja participación para los trabajadores y la gente de cutarra y bus. La ampliación del canal, aparte de endeudarnos, se llevó las alcantarillas, el agua potable, la electricidad, las escuelas, los caminos de penetración y la red de atención primaria de salud.

El pensamiento de panameñidad que ha motivado grandes luchas, y el sacrificio y la sangre de muchos que se han visto siempre frustrados cuando las riquezas geográficas del istmo no les llegan a sus hijos ni a los campos y se quedan en los bancos, en dictaduras y en los dividendos de los grandes consorcios internacionales. No es asunto de clases, sino de moral y justicia, de eficacia y producción.

Los grandes enriquecimientos ilícitos de civiles y militares en tantos años tienen que indemnizar a sus víctimas, hijos que aún sufren las consecuencias de esos traumas físicos y psicosociales. Las grandes concentraciones de capital, la confrontación de intereses, la competencia antes que la colaboración en las investigaciones científicas, la no solución y entendimiento con los creadores manuales e intelectuales del trabajo y el progreso.

Los vuelos espaciales obligaron a las grandes potencias a unificar criterios, costos y conocimientos. Así también tendremos que unir las acciones y hasta los capitales para no seguir autodestruyéndonos y maniobrando para destruirnos a los que también tenemos derecho a disfrutar de la naturaleza que Dios nos entregó a todos.

El libertinaje financiero, la competencia mercantil deshumanizada, los grandes sistemas económicos globalizados se disputan el mundo. Desde los precios del petróleo hasta las guerras para someter salvajemente políticas y mercados y ahora mecanismos, tratados y convenios presionados por tecnologías y publicidades manipuladas y someter y controlar centros financieros en violentas competencias (Miami).

Así como el mundo en su historia ha cometido muchas injusticias que hoy se repiten en espiral, los genes universales ya distribuidos por el planeta, las civilizaciones y culturas que hemos ido perfeccionando en el tiempo nos tienen que crear una justicia con las auténticas verdades. Lejos de las codicias, soberbias, violencias y falsedades egoístas que han producido esta tragedia mundial de hoy; y que tenemos todos que resolver, comenzando por Panamá, tu familia y tú.

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