La familia, un derecho del pueblo
Conocer el valor de la familia es dirigir la sociedad a su plenitud. Existen diversos factores que atentan contra esta institución, y que generan la desintegración familiar que es la realidad de una parte importante de la humanidad.
Como seres humanos, estamos en búsqueda de nuestro propósito, de satisfacer necesidades, de encontrar el sentido de la vida. Cada uno de nosotros y nosotras buscamos ser aceptados y valorados, y todo esto se desarrolla en el primer núcleo de la sociedad.
Es en este seno, donde cada miembro juega un rol primordial a favor del otro, es en donde la seguridad y la lealtad que da un padre son insustituibles y la incondicionalidad y ternura de una madre son inigualables; todas estas características definen la personalidad, por lo que es vital el amor conyugal, ya que este garantiza la educación y estabilidad emocional para afrontar distintas situaciones en la vida y poder superarlas.
La familia es patrimonio de la sociedad, es nuestro primer lugar de socialización, es donde hijos e hijas inician su formación en la fe y en la dignidad humana, donde los padres ofrecerán a cada persona su sentido de existencia y acompañaran a elaborar su proyecto de vida.
Durante las distintas etapas del crecimiento de los hijos e hijas se hace necesario garantizar su desarrollo integral. Es en la niñez donde se encuentra más exposición a la vulnerabilidad del entorno, por lo que se requiere mayor compromiso de los padres en la atención y cuidado de los menores, máxime cuando en esta etapa se define la afectividad, la sexualidad y la solidaridad. Pasada a la adolescencia, es el periodo donde se quiere conocer la propia identidad, el espíritu de grupo y la independencia de los padres, por lo que es importante que en este momento el adolescente cuente con buenos líderes, pues es el momento donde se busca imitar modelos de vida.
Es en este tiempo donde los padres no deben permitir que los afectos y las normas de conducta sean sustituidos por la comunicación virtual (redes sociales), que en el adolescente y joven pueden afectar su identidad personal y social.
Nuestra experiencia, al tratar con adolescentes y jóvenes, nos ha demostrado la carencia afectiva de padre y madre y cómo esto marca sus vidas, dándole a la sociedad seres humanos con conflictos emocionales, que no desarrollan liderazgos ni responsabilidad en común.
Es por ello que es vital la defensa de la familia, pues su crisis amenaza la identidad de la sociedad.
Emprendamos todos y todas acciones prioritarias como el diálogo permanente entre el Estado y la sociedad, promovamos una cultura de leyes a favor de la vida, del matrimonio y la atención integral de la familia.
Cierta vez escuché que ‘como está la familia está Panamá ', de ser así, luchemos por el derecho que tiene toda persona de este pueblo de poder contar con una familia que le cuide y le acompañe a vivir en una mejor sociedad.