La corrupción ‘normal, la de siempre’

Agradezco cada domingo los Knockout firmados por Flor Mizrachi, porque son como pasar una máquina de rayos X por el lado más vulgar de los personajes del panorama nacional. No hay nada como preguntar para dejar que algunos seres se retraten de cuerpo entero y sin ropa: así, como son, sin trampa ni cartón.

Las preguntas del Knockout parecen a primera vista algo osadas, pero en realidad son normalitas, las que uno le haría a cualquier persona con relevancia pública; sin embargo, parecen atrevidas en comparación con la aburrida y plana tarea cotidiana de la mayoría de los periodistas que solo hacen las preguntas que el entrevistado espera o las que sus jefes dictan. Ese es uno de los peores males del periodismo contemporáneo mundial: que las entrevistas son pauta encubierta, relaciones públicas camufladas de género periodístico, correa de transmisión para que el político, el cantante o la escritora se luzcan ante un público que, en realidad, no se acercará al verdadero perfil del sujeto que sonríe ante la cámara. El Knockout tiene la virtud de meter el dedo en el ojo sin meterlo, de hacer aflorar la estupidez humana, la cobardía, la alegría o la genialidad con solo un par de preguntas resbaladizas que unos aprovechan para despegar y otros, para estrellarse.

Ahora, concéntrense conmigo. Miren de frente a Fernando Carrillo. Hombros estrechos, el lazo rosa contra el cáncer de mama, afeitado y peinado impoluto, sonrisa esbozada pero artificial…¡Ay, Fernando, Fernando! Qué fácil es despeñarse cuando se quiere parecer natural, o ingenioso…¡Ay, Fernando, Fernando! Qué alucinaciones que quedarán en la hemeroteca de la nube por el resto de los días.

¿Recuerdas Fernando cuando en marzo de 2013 te hicieron en otra entrevista la pregunta típica para la que todo personaje público debe estar preparado? Sí, Fernando, la de qué libro está leyendo. Respondiste por dos veces y sin convicción que uno sobre la vida de Álvaro Uribe y la Constitución de Colombia. Ese ex presidente ahora investigado por la justicia de su país por nexos con los paramilitares. Espero que no aprendieras mucho de su doctrina. O igual te pasó como a él, que todo pasó a sus espaldas, sin que él supiera. ¿Sería eso lo que ocurrió cuando firmaste a ciegas el acta que permitió la compra de comida deshidratada con el que se robó plata de los más pobres para llenar las arcas de compañeros de bancada?

¡Ay, Fernando, Fernando! Ahora, en el Knockout, ofendes a la mermada inteligencia colectiva al afirmar sin rubor que el nepotismo es tan normal como una puesta de sol y al insistir en que se exagera sobre la corrupción en el Gobierno de tu jefe, Ricardo Martinelli, porque, según tú, “seguramente hubo la normal, la de siempre”. La corrupción “normal”, la de “siempre”. Imagino que te refieres a la corrupción que os alimenta a todos los protagonistas de una política sin crédito, la que prende el motor del clientelismo, de los negocios paralelos, del enriquecimiento súbito de muchos de los que pasan por la Asamblea Nacional… La corrupción que invita a manipular procesos electorales de tu partido para ampliar la protección al ex presidente prófugo, la corrupción, al fin y al cabo, que ha logrado que el “juega vivo” sea un juego de bebés al lado de la voracidad corrupta de ministros, empresarios y otros “amigos” del poder.

Lo dicho, “la normal, la de siempre”. Si siempre ha sido así, ¿tú para qué te vas a escandalizar? Solo le debe parecer excesiva, vulgar, desorbitada al idiota que no se beneficia de ese estado de cosas. Tremendo, Fernando. Tremendo.

Lo único cierto, en lo único que te doy la razón, es que la corrupción está naturalizada en Panamá. Es el modus vivendi de muchos y muchas, es el fétido combustible de un mecanismo tan dañado que tú, como miles de compatriotas, no consideran que haya anormalidad en el robo masivo a un pueblo, a sus recursos, a su futuro.

No hay que escandalizarse Fernando, tienes razón. Esto es un negocio y en los negocios hay que ser frío. Tanto como para quedarte sin respuesta en el Knockout cuando la periodista te pregunta si pondrías la mano en el fuego por Martinelli: el jefe, the boss, el capo di tutti capi… Tanto, como para responder con un ataque: “¡Tú sí eres periodista!”. Porque los hombres de negocios sabéis, Fernando, que os salva que no hay tantos periodistas que sean periodistas, ni tantos jueces que sean jueces, ni tantos ciudadanos que sean ciudadanos.

¡Ay, Fernando, Fernando! Tu Knockout se utilizará en el nuevo tiempo –si es que llega– para educar a los niños, para enseñarles el descaro con el que se contaminaba el mundo de lo público en este nuestro tiempo de miserias. Gracias por el ejemplo, pero mejor, si es posible, te quedas callado. Los domingos deberían ser un día para descansar y tus palabras alteran la paz del séptimo día.

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