Justicia climática requiere entereza
La justicia climática es el clamor que se hace a sí misma la humanidad, desde una perspectiva científica o empírica que tiene sobre la larga evolución que ha ocurrido hasta la aparición de las plantas, que en su fotosíntesis, nos regala el oxígeno en el aire que respiramos; unas 16 veces por minuto, sin que con esto estemos negando una fuerza suprema y divina en el universo y particularmente en nuestro planeta: la Tierra, tan ordenadamente.
En torno a lo bien marcado de esos conceptos, derivamos que el oxígeno en el aire ha hecho posible la aparición de las distintas especies sobre la tierra; y es por lo que entendemos el avance significativo de la cumbre celebrada en París, recientemente, con la participación de cerca de 200 países por encima de los temores que hayan podido existir entre sus asistentes. Luego de los atentados terroristas el pasado 13 de noviembre en que fueron asesinadas 130 personas su éxito, sin perturbación alguna, fue posible para el logro unánime de un acuerdo. Tras intricados debates, el mérito se le atribuye al verdadero anfitrión de esta cita mundial, el presidente de esta conferencia y ministro de Relaciones Exteriores francés Laurent Fabius.
Concretamente, el acuerdo que fue vinculante, establece mecanismos para lograr el límite de grados de calentamiento de la tierra y rebajar esa meta hasta 1.5 a largo plazo, con la obligación que tendrán los países cada en 5 años de revisar sus compromisos sobre el nivel de emisiones mediante un mecanismo de reporte y mediación de cuentas transparente con la obligatoriedad de gases invernaderos. Las propuestas fueron presentados por los jefes de Estado de los países participantes antes de que comenzara la cumbre del clima. Según los expertos el clima podría llegar a alcanzar los 30 C de calentamiento.
Se dice, sin embargo, que los acuerdos propiamente entrarán en vigencia en el 2020, pero siempre hay la duda de cumplimiento por la variedad que se dan en los sistemas políticos y por los daños que están afectando a la tierra. Cada vez, hay mayor preocupación en los plazos para que los acuerdos aprobados sean cumplidos, mientras los estragos negativos en la naturaleza se siguen incrementando.
Los científicos siguen advirtiendo que si no se reducen entre 40% y 70% las emisiones de gases invernadero para que el calentamiento global no supere los 2%, la tierra entrará en un terreno peligroso, cuyas consecuencias son desconocidas. De lo que se trata es que el mundo ha recibido el mensaje de que este es el final de la era de las energías fósiles.
Es evidente la gravedad del cambio climático que causa sin cesar enormes pérdidas en los cultivos agrícolas, inundaciones irremediables, pobreza, hambre y más de 34 millones de refugiados climáticos, etcétera.
Hay en toda esta calamidad una voracidad de los países altamente industrializados en el interés de hacer más riqueza con muestras de indiferencia a los perjuicios que causan al medio ambiente, pero sin pretender aludir a la división de clases sociales, ya que en este caso la responsabilidad es compartida, por ricos y pobres, con la obligación de resarcir los primeros a los últimos por ser los más afectados.