Inseguridad, ¿percepción o realidad?
La conducción de la cartera de seguridad en Panamá requiere altas dosis de humildad y entendimiento, partiendo de la premisa de que no hay fórmulas mágicas que la sustenten. Tampoco se puede pensar que, de la noche a la mañana, se resolverán los problemas asociados a la delincuencia en todas sus variantes, pues se trata de asuntos muy complejos.
Las estadísticas del Sistema Integrado de Estadísticas Criminales, bajo la égida del Ministerio de Seguridad, son necesarias para la planeación y la toma de decisiones que, en estos casos, tienen mayor uso policial. Cuanto más hechos delictivos se registren en un área geográfica, mayor concentración de policías se requiere (principio de masa), tomando en cuenta los días y las horas de más incidencia criminal para el despliegue de la fuerza requerida.
El Ministerio de Seguridad Pública es el centro del desarrollo de las estrategias más apropiadas para enfrentar a la delincuencia que muta, que es la más osada y que se ha especializado. El ministro y viceministro de esa cartera deben estar bien articulados para una gestión óptima. Si hay diferencia de criterios, sea personales o profesionales, no podemos esperar una favorable gestión por resultados. Seguir los mismos derroteros que tomaron las administraciones anteriores –de las que fui parte– nos llevará a iguales resultados. A estas alturas de su desarrollo, Panamá se merece la adopción de una política pública de Estado, integral, sostenible y permanente, con la amplia participación de los ciudadanos. Ellos son las víctimas primarias, cuya frustración crecerá en la medida que observen que el Estado no les brinda una protección eficiente.
Aunque parezca extraño decirlo, Panamá se puede considerar un país seguro, a pesar de lo que vemos o leemos en los medios. Pero esto no será duradero, hay que tomar las providencias debidas para evitar la severa inseguridad que afecta al “triángulo norte “de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador), la zona más violenta del mundo.
Desde hace más de 10 años, el país experimenta un incremento de casos delincuenciales. Como resultado, el ciudadano, a pesar de no ser víctima directa, percibe mucha inseguridad. Para revertir, tanto las estadísticas como la percepción (más que hacerlas cambiar de un golpe) hay que empezar a trabajar para que el ciudadano sienta que hay respuestas. Por eso, recomiendo la conformación de una gran cruzada nacional, en la que el Estado y la comunidad se asocien en la búsqueda de soluciones a este problema.