En La Búsqueda De Oportunidad, No De Caridad
En nuestros pueblos aún se recuerda cuando los ciegos se ubicaban al lado de las puertas de las catedrales y bancos, las esquinas de las principales calles y plazas amenizando armónicos instrumentos musicales, buscando tocar las fibras sensibles del corazón de los transeúntes, que en gratitud arrojaban al sombrero del menesteroso una que otra moneda.
En Panamá, aunque es una rareza observar a los no videntes en estos lugares, desafortunadamente, a lo largo y ancho de nuestro país, aún persiste ese arraigado estereotipo, vinculando al ciego hacia la mendicidad o caridad, permaneciendo en nuestra sociedad la predisposición innata a creer que el disminuido visual es digno de la conmiseración, la lástima y solo sirve para pedir limosna.
A propósito, entre anécdotas de ciegos recuerdo una muy peculiar: ‘Cierto día, una compañera no vidente compró un ‘chicheme' en un kiosco contiguo a su parada de buses; no obstante, al terminar de saborear la tradicional bebida, y se abría paso entre la gente para arrojar el vaso en el cesto, sucedió lo insospechado: los transeúntes interpretaron que ella pedía limosna y comenzaron a echarle monedas en el envase'.
A pesar de todo, hay historias de superación: ‘Entre mis congéneres está Yessi, que perdió el sentido de la vista en el 2009, sin posibilidad de seguir distinguiendo los colores, la gente, el sol y la hermosa naturaleza… Sin embargo, esta condición no le ha impedido continuar con sus estudios universitarios en Gestión Turística Bilingüe, en la Universidad Especializada de las Américas'.
Paradójicamente, lo que más me sorprendió es su visión optimista de la vida y su convicción de que las personas con discapacidad sí pueden integrarse plenamente a la sociedad y a un empleo digno, si se les asegura la oportunidad y las herramientas cónsonas con un mercado laboral cada día más competitivo. Yessi, mantiene viva, a sus 26 años, la llama de su muy anhelado sueño: conseguir un empleo para continuar sus estudios y ayudar a su madre.
Ahora bien, Panamá no es ajena a los convenios internacionales y las políticas locales que garantizan a los Estados su compromiso con la población vulnerable. Si bien, la Ley 42 del 27 de agosto de 1999, establece la equiparación de oportunidades para las personas con discapacidad, manifiesta que todo empleador que tenga cincuenta trabajadores o más, contratará o mantendrá personal con discapacidad debidamente calificado, en una proporción no inferior al dos por ciento, lamentablemente, la realidad es que la mayoría de las empresas prefieren ignorar el mandato y optan por negar la oportunidad y en su lugar dar caridad.
Penosamente, los empresarios y hasta el propio Estado se resisten en muchos casos a brindar esa anhelada oportunidad a personas con discapacidad visual, por considerar que no podrán desempeñar adecuadamente sus funciones o que tal vez ese trabajador pudiera resultar una carga. Una errónea y desafortunada actitud que se fundamenta en temores y estereotipos ancestrales, que al centrar la atención en la propia discapacidad impide abrir los ojos ante sus cualidades profesionales y en consecuencia prefieren ofrecer a los ciegos caridad o subsidios antes que oportunidad.
De ahí que, brindar las herramientas necesarias para el desarrollo personal y profesional de las personas ciegas e incluir a sus agremiados al mercado laboral es uno de los desafíos que tiene la Unión Nacional de Ciegos de Panamá, desde hace más de 53 años, y tras su fundación, ha rescatado de las calles panameñas un sinnúmero de personas con discapacidad visual que hoy, gracias a la educación, son profesionales idóneos que siguen esperando por su inclusión laboral.
Hoy, en pleno siglo XXI, donde nos rebasa la tecnología y la información, ni los empresarios ni el propio Estado terminan de comprender que incluir a trabajadores con discapacidad en una organización puede generar un impacto muy positivo en la empresa, que mejora la reputación corporativa, promueve el trabajo en equipo, posibilita un compromiso mayor con los valores, se aprende a ser más inclusivo y a aceptar la diversidad.
En definitiva, es una tarea pendiente promover y plasmar políticas de Estado concretas en favor de una verdadera inclusión social y laboral de personas con discapacidad, concienciar a los grupos empresariales, a fin de seguir reduciendo la brecha existente entre las personas con discapacidad visual que solo buscan una oportunidad, no caridad.