El partido aliado de Rousseff deja el gobierno
El principal partido aliado del comatoso gobierno de Dilma Rousseff, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), ha anunciado el martes, tras una reunión meteórica del Comité Nacional, que abandona el Ejecutivo, aislando aún más a la presidenta. La formación, de ideología voluble, huye del barco del gobierno cuando este se hunde y sus 68 diputados, cruciales para inclinar la balanza del Congreso para uno u otro lado, apuntan ya a votar a favor de la destitución parlamentaria cuando llegue el momento clave.
Este partido no es cualquier cosa en Brasil: cuenta con siete ministros. Uno ya ha renunciado. Se esperan más renuncias los próximos días, ya que el partido aboga por la entrega de todos los cargos. El que lo conserve lo hará a título personal y a costa de enfrentarse a los líderes de la formación. En cualquier caso, el tiempo juega ya en contra de Rousseff, que, o encuentra nuevos aliados, o tiene los días contados. En un mes todo puede estar decidido.
Paradójicamente, el vicepresidente del gobierno, Michel Temer, uno de los cabecillas del PMDB, no dimitirá de ninguna manera. La razón es obvia: si Rousseff es destituida por el juicio del Parlamento, Temer asumirá automáticamente la Presidencia, y tratará de conducir su propio gobierno, ayudado por la actual oposición a Rousseff, hasta las elecciones de 2018.
El ministro de Turismo, Henrique Eduardo Alves, del círculo próximo de Temer, ya ha renunciado, adelantándose al posible paso de los otros. En una carta remitida el lunes a la presidenta Rousseff, alega que el diálogo entre ella y el PMDB “se agotó”. Y añade: “Estoy convencido de que, siendo usted alguien que aprecia sobre todo la coherencia ideológica y la lealtad a su propio partido, entenderá su decisión”.
Rousseff se vio el lunes con estos siete ministros. Uno de ellos contó a O Estado de São Paulo que la presidenta se mostró todo el tiempo abatida y resignada. Todos se comprometieron a dejar efectivamente sus cargos no antes del día 12 de abril a fin de atender las causas urgentes hasta entonces. A pesar de esto, ni Rousseff ni el expresidente Lula (aún con su nombramiento como ministro en el limbo jurídico por orden judicial) se han rendido. El expresidente se citó con Temer hace unos días en el aeropuerto de Congonhas, en São Paulo, para discutir la salida en tromba del PMDB del gobierno. Lula, según la prensa brasileña, trató de convencer a Temer, pero este le aclaró que todo estaba decidido ya y que su partido iba a batallar a favor de la destitución parlamentaria de la presidenta. Lula, que maniobra con las manos atadas al no poder emplear todo el peso de su (frustrado) cargo ministerial, negocia, con todo, con los diputados del PMDB, uno a uno, para tratar de que la huida no sea completa.
En una rueda de prensa celebrada el lunes con periodistas extranjeros aseguró que tratará de formar una mini coalición con los parlamentarios del PMDB que no se sumen a la desafección. El mismo Lula recordó que esta formación es heterogénea, regentada por líderes regionales y no caracterizada precisamente por la unidad de acción. De modo que confía en que una labor entre las grietas sirva para conseguir apoyos personales anti proceso de destitución.
Mientras, los otros partidos de centro que apoyan al gobierno apuntalado por una decena de formaciones de izquierda y de centro empiezan también a resquebrajarse, atraídos por la inercia del movimiento de escapatoria del PMDB. Todos olfatean que el poder cambiará de manos y no quieren verse con el pie cambiado.