El papel del país
La lista de paraísos fiscales y Estados que ofrecen servicios corporativos internacionales incluye unos 70 países, entre los más llamativos aparecen: Luxemburgo, Países Bajos (Holanda), Dinamarca, Francia, Alemania, Suiza, Irlanda, Reino Unido, Estados Unidos (Miami, Delaware, etc.). En el mismo negocio aparecen antiguas colonias europeas, como Bahamas, Islas Caimán, Islas Vírgenes Británicas, Montserrat y Antillas Holandesas.
La lista de servicios incluye la constitución de sociedades anónimas, fideicomisos y otros servicios típicos que, a nivel mundial, prestan miles de bufetes de abogados y financistas expertos en manejo de capitales y que ponen a disposición de su clientela esa variedad de negocios totalmente legítimos.
Nuestro país tiene un pedazo del pastel, somos “puente del mundo, corazón del universo”; por 100 años hemos desarrollado ventajas competitivas de servicios internacionales para el comercio mundial, como el Canal (1914), el abanderamiento de naves y sociedades, el registro corporativo, la banca, puertos, zonas libres y red mundial de comunicaciones. Todas estas actividades, que nos generan más de 80 mil empleos, surgen de la posición geográfica y de la creatividad propia del panameño.
A pesar de nuestro diminuto territorio, nos envidian los vecinos latinoamericanos y, principalmente, Estados europeos que por siglos explotaron a sus colonias en América, África y el Oriente. En tiempo presente, el viejo continente sufre las consecuencias del superdesarrollo con el decrecimiento de su economía corriendo a velocidad cero. Angustiados por la ruina de negocios y empresas tradicionales, también les pesa la crisis demográfica que ha volcado millones de inmigrantes (y terroristas) a Grecia, Italia, España, Francia, Bélgica, Holanda, Alemania…
Estos viejos Estados son principales actores de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un organismo supranacional que dicta normas constrictivas de las actividades de países que no son miembros, pero que sufren la amenaza de restricciones financieras y listas grises o negras. Nada que ver con cooperación para el desarrollo, por el contrario, poco tienen que ofrecer al tercer mundo fuera de amenazar con impedir que las empresas del primer mundo contraten servicios comerciales con naciones pobres. El principal temor es que sus empresas aprovechen venir a nuestros pueblos y dejen de tributar para ellos, un delito capital que consiste en no pagar en Europa impuestos por las utilidades o ganancias que obtienen en los países del inframundo.
En ese entramado internacional ha caído la República de Panamá, a la que Europa pretende estrujar aprovechando la fuga o robo de los archivos de una de las tradicionales empresas que prestan servicios corporativos en nuestro país y otros 32 territorios del mundo.
De hecho, la lista de personajes expuestos como adquirentes de sociedades off shore no son clientes de Panamá, sus incorporaciones vienen de oficinas de Mosak & Fonseca en Bahamas, Islas Vírgenes Británicas, Florida (EU), Ginebra, Gibraltar, Isla de Mann, Liechtenstein. Para hundirnos el puñal, a nuestros adversarios del viejo mundo les resultó muy conveniente bautizar este escándalo con el sonoro nombre de Panama Papers.